En primer lugar, colocamos las plantillas sobre los tableros y marcamos la silueta de los cubiertos, con la ayuda de un rotulador.
Después de retirar los papeles, hacemos un agujero en el interior de los dibujos para poder insertar la hoja de la sierra. Es conveniente poner un mártir debajo de la pieza a taladrar, para no dañar la mesa de trabajo.
A continuación, realizamos el vaciado de la cuchara, el tenedor y el cuchillo, con la sierra de calar y una hoja para cortes curvos en madera.
Repasamos las zonas de corte con la lijadora provista de una hoja de lija de grano fino y retiramos el polvo producido con un paño o papel.
Protegemos la mesa con un plástico o papel, nos ponemos unos guantes de látex y damos una pintura acrílica, en este caso de color negro, con la ayuda de un rodillo de espuma.
Esperamos a que el producto se seque y aplicamos un esmalte antioxidante, con efecto forja, dando pequeños golpecitos con la esponja. Luego, rematamos el trabajo con un poco de pintura amarilla.
Transcurrido el tiempo de secado que nos indica el fabricante, cortamos los perfiles metálicos con los que uniremos los tres paneles. Para realizar esta tarea, sustituiremos la hoja para madera por otra apropiada para cortar metal.
Empleando unos tornillos autotaladrantes fijamos los paneles a los perfiles.
Es el turno de las luces. Pegamos las tiras de luces en la parte posterior de los tableros, fijamos el transformador con cinta adhesiva de doble cara y hacemos las conexiones.
Finalmente, colocamos la escarpia en la pared y añadimos una regleta en el punto de luz para poder conectar la luminaria de nuestro tríptico.
Ahora sólo nos queda dar al interruptor y comprobar que la instalación funciona correctamente.
De esta manera tan sencilla, hemos conseguido un vistoso tríptico, con huecos en forma de cubiertos, por donde pasa la luz de los leds. Una obra de arte que queda perfecta en una pared de la cocina, por ejemplo.