En el mercado encontraréis una gran variedad de rejillas, de diferentes tamaños y acabados, que se adecuarán perfectamente a vuestras necesidades. En cualquier caso, deberán ser rejillas homologadas, evitando las de tipo persiana en las cocinas en las que haya gas.
Para comenzar a trabajar necesitaremos una rejilla de idénticas medidas y características a la que vamos a sustituir.
Lo primero que debemos hacer es retirar la vieja rejilla. Si está pegada, como el caso que os mostramos, la quitaremos haciendo palanca con una espátula; si está tirafondeada, utilizaremos un destornillador.
Una vez retirada, aprovecharemos para limpiar el hueco a fondo. Con una rasqueta eliminaremos los restos de cemento y cola.
A continuación, aplicamos en la parte posterior de la nueva rejilla un adhesivo extra fuerte, de gran agarre inicial, con el que evitaremos usar clavos o tornillos.
Colocaremos la rejilla en su posición, tapando el hueco, y haremos presión hasta asegurarnos de que queda bien adherida. No olvidéis que la zona donde esté colocada la rejilla deberá estar siempre despejada para no obstruir el paso del aire.