En primer lugar, comenzaremos por la cristalería. Es conveniente enjabonarla con agua muy caliente y aclararla con agua muy fría. Así conseguiremos limpiarla a fondo y, además, proporcionarle un mayor brillo. En el caso de copas o vasos delicados, para asegurarnos de que no se rajen al meterlos en el agua caliente, lo mejor es introducirlos de lado y no verticalmente. Y si los vasos se encajan unos dentro de otros tenemos un sencillo truco para separarlos: introducirlos en un bol con agua caliente y echar cubitos de hielo en el vaso de arriba. El agua caliente dilatará el vaso de abajo, el frío contraerá el de arriba y se desencajarán con facilidad.

En cuanto a los cubiertos de madera o porcelana pueden fregarse también a mano, pero siempre cuidando de no dejarlos en remojo porque se deteriorarán. Lo que si hay que dejar en remojo mientras fregamos los platos, por ejemplo, son las ollas y sartenes. En el caso de que se haya pegado algo en fondo de ellas, las pondremos al fuego con agua, sal gruesa y unas rodajas de cebolla: las sustancias adheridas se despegarán con rapidez.

Cuando se trate de utensilios difíciles de limpiar en profundidad por su forma, como los ralladores, una buena solución es frotarlos con un cepillo de dientes: será capaz de limpiar los residuos de los lugares más inaccesibles. Ya sólo nos queda ocuparnos de la fregadera. Si se ha acumulado mucha grasa después de fregar, con un chorrito de vinagre desaparecerá.No te pierdas además estos trucos para evitar futuros atascos.
Un último detalle que no debemos olvidar: para que no se reseque ni se acumule la suciedad, lo mejor es fregar después de cada comida.