Un psicóloga nos habla de los errores que cometen los padres con los hijos y nos aconseja cómo mejorar esa comunicacióncon comprensión y empatía.
ÍNDICE DE CONTENIDOS
Hogarmania, 8 de julio de 2021
Maternidad
Un psicóloga nos habla de los errores que cometen los padres con los hijos y nos aconseja cómo mejorar esa comunicacióncon comprensión y empatía.
ÍNDICE DE CONTENIDOS
Hogarmania, 8 de julio de 2021
Muchos padres sienten que no entienden a sus hijos. No es cuestión de buscar culpables en la relación padres-hijos. Es importante entender que la comunicación no es fácil, es el principio de intentar hacer las cosas mejor. A veces, los padres tienen ciertos prejuicios hacia los hijos y viceversa, un obstáculo que dificulta la comunicación.
1. Dejar que se manifiestan libremente. Los padres deben saber diferenciar entre comunicarse con los hijos y entrevistarlos. Preguntas interrogatorias de qué has hecho, dónde has estado, con quién has ido... hacen que el niño se sienta coaccionado y la respuesta no va a ser fluida. Hay que dejar que se exprese libremente y sea él el que cuente qué es lo que ha hecho y prestarle atención para que sienta escuchado y comprendido por sus padres y se atreva libremente a contarles lo que verdaderamente les ocurre en su vida fuera de casa.
2. Los padres deben comunicarse con ellos. A veces, los hijos no se acercan a los padres porque éstos tampoco son espontáneos ni naturales con ellos, se ponen a otro nivel marcando una distancia que aleja al hijo. Los llamados niños-llave no tienen a sus padres en casa porque pasan mucho tiempo fuera y esperan en el hogar hasta que llegan mientras se entretienen con la televisión, videojuegos, ordenador, teléfonos móviles... En estos casos, es posible que el hijo sienta que no tiene a sus padres cuando les necesita y se refugie en sí mismo cuando tenga problemas.
3. No hay relación que pueda funcionar bien a la que no se dedique tiempo. Compartir momentos del día para hablar es el principio de una buena educación comunicativa en familia. Reunirse en la mesa a hablar sin televisión, hacer excursiones, compartir tiempo de ocio... Si los padres se mueven únicamente desde el agobio, la necesidad y la urgencia, se dedica poco tiempo a los hijos y cuando se encuentran con ellos el cansancio les hace tener poca paciencia, los hijos lo detectan.
4. Aprender a ser buenos emisores de lo que sentimos sin fingir. Los niños captan todo lo que hay a su alrededor, no sólo lo que decimos con el lenguaje verbal sino también con el tono y gestos con el lenguaje no verbal. Un niño puede no entender lo que estás diciendo pero sabe lo que estás transmitiendo. Hay niños que se encierran en sí mismos porque siguen el modelo que tienen en casa, por ejemplo, si el niño te nota triste y dices que no pasa nada ellos aprenden a ocultar también lo que sienten.
5. Ser una persona madura implica tener la capacidad de aceptar y manifestar cómo te sientes. Los padres que no expresan sus emociones corren el riesgo de que sus hijos cuando les pase algo fuera de casa no lo cuenten o lo oculten porque entiendan que decir que uno tiene problemas no es de una persona adulta o madura y deben fingir. Lo que sí se puede pedir es respeto de no querer contar en ese momento, no ocultar la emoción, así el niño entenderá que cuando él se encuentre mal va a tener ese mismo respeto y cuando sea el momento lo contará él solo.
6. Pasar más tiempo con los hijos va a servir para conocerles mejor y tener más oportunidades para comunicarse con ellos. Los padres han tenido que soportar socialmente la presión de tener que ser fuertes y poder con todo, lo que les impide muchas veces expresar sus sentimientos cuando están mal o preocupados, por eso al niño también le cuesta expresarle sus emociones. Cuanto más emotivos, cercanos y sensatos sean los padres, mejor se comunicarán sus hijos con ellos.
7. Conviene decir que les queremos de forma clara y explícita siendo consecuentes con gestos y conductas. Querer a un niño no significa darle todo ni concederle sus caprichos en el momento que quiera, ni no ponerle límites ni no poder decirle NO. Al revés, es educar en el respeto sin juzgar pero con pautas que hay que cumplir, aunque se les quiera. Hay que distinguir el afecto o amor con el enfado puntual por una conducta negativa, saber corregir y expresarse independientemente de que se siga queriendo al hijo.