Hoy he pasado el mediodía en las escaleras del portal. No sé si me suena más duro vivirlo o escribirlo pero ha sido así. Mi padre me ha echado de casa. Me ha mandado salir fuera con lo puesto. Un pijama, unos calcetines y una bata.
Le he rogado tanto que me dejara entrar que ha debido de cansarse mucho porque ha salido con un contundente "hasta que no te lo diga no te quiero volver a oír". Y así me he quedado sola. Tan sola... Tan incomprendida, tan con mi dolor, que hasta respirar me dolía. Con una angustia que me hacía llorar tanto que se me caían los mocos desconsolados y me los recogía como podía.
Sentía miedo, sentía vergüenza pensando que podría pasar algún vecino, pero aún sentía más tristeza en mi cuerpo y mi corazón. Pena por no sentirme querida y entendida y por saber que con cosas así, la distancia cada vez es más profunda entre él y yo.
El "tiempo fuera"
Hay personas que utilizan el "tiempo fuera" como estrategia para que un niño cambie de actitud. Cuando el niño hace algo que no se considera adecuado, se le deja fuera de la actividad con el objetivo de que recapacite y entienda que no puede actuar así y modifique su comportamiento.

Esto puede ocurrir por ejemplo cuando hay varios niños jugando al parchís y uno de ellos no respeta la dinámica grupal. En ese caso, se le castiga no dejándole jugar durante un tiempo. Porque el "tiempo fuera", también conocido como "rincón de pensar" o "silla de pensar" no deja de ser un castigo, aunque haya quien lo disfrace de "consecuencia".
El "tiempo fuera" es una técnica efectiva si buscamos que un niño cambie una actitud con la que no estamos de acuerdo. Funciona como acción-reacción, por lo que un niño que pega y seguidamente es alejado del grupo, entiende que pegar no es correcto.

Pero el tiempo fuera, es un recurso autoritario que se queda en lo conductual, dejando la parte emocional poco cuidada y recogida. Y se ha extendido tanto porque a corto plazo "soluciona" que parece que nos olvidamos de que el niño queda a expensas de la decisión del adulto sin tener "ni voz ni voto". Pero no nos engañemos, el "tiempo fuera" no educa, no cuida y daña el bienestar emocional de los niños.
¿Qué hace el "tiempo fuera"?
Aislar a un niño le produce un daño invisible, un dolor que no siempre vemos pero que deja una marca dolorosa en su inteligencia emocional. Una huella que hace que ante un "precipicio emocional" no sepa desenvolverse todo lo bien que debiera. Porque el "tiempo fuera" no ofrece alternativas, se centra en el "no" y no dice cómo deben hacerse las cosas si no cómo no deben hacerse. No enseña estrategias, no da respuestas, no sirve de guía, no ayuda.
No ofrece al niño una forma adecuada de comportarse o de canalizar sus emociones si no que le aislamos y le ignoramos. Y esto es algo contraproducente si queremos cuidar su bienestar emocional, porque cuando enviamos a un niño al "rincón de pensar" se siente abandonado y siente que ha perdido el amor de sus padres. Merece la pena dedicar tiempo a hablar con el niño explicándole la forma más adecuada de proceder y no pretender que sea él sólo quien desde la rabia, la frustración y la tristeza de sentirse desplazado, abandonado, poco querido e ignorado encuentre la forma de resolver la "ecuación".
¿Se puede enseñar a pensar sólo?
Cuando una emoción ha "salido" de forma descontrolada no hay niño que pueda calmarse solo de manera emocionalmente saludable. Una actitud incorrecta, alberga una emoción desbordada que no se ha sabido gestionar bien y que se necesita aprender a resolver y gestionar de forma adecuada con escucha, con comprensión, con empatía, con modelado, con abrazos, con cariño y con compañía.

No se puede aprender a identificar y gestionar las emociones solo. Si decides privarle de tu compañía, piensa que le estás negando aprender y le estás poniendo barreras para que su mundo emocional crezca y se desarrolle de forma positiva.
Si decides separarle de tu lado cuando hace algo que debe mejorar, le estás enviando el mensaje "no te quiero cuando te portas así" y le estás invitando a reprimir y no exteriorizar sus emociones. Enséñale a gestionar, no a omitir.
Consecuencias del "rincón de pensar"
Un niño puede sentir cierta ambivalencia cuando trate de dar respuesta a la pregunta "¿me quiere y me echa de casa?" o "¿me quiere pero no quiere estar conmigo?". Cuando intente resolver el "acertijo", puede llegar a la errónea conclusión de "soy tan malo que no quieren estar conmigo" o "soy tan malo que no me quieren". No permitas que tu hijo crea que el cariño que sientes por él tiene condiciones. Un padre que cuida el bienestar emocional de su hijo es incondicional. Es a las "duras" y a las "maduras".
A un niño le aterra, le da miedo perder el amor de sus padres. Y el "tiempo fuera" no da respuestas. Genera inseguridad y dudas en el niño, le crea confusión y ansiedad al tiempo que le produce vergüenza, humillación, rabia, miedo y un daño terrible en su autoestima, en su bienestar emocional.

Estrategias alternativas
Cuanto peor se portan, más amor necesitan. Es una demanda "a gritos" que no siempre estamos preparados para ver, pero así funciona. Quiérele cuando lo hace bien, y quiérele aún más cuando no es así porque vas a necesitar "doble" dosis de amor para gestionar tu propia emoción y entender y atender abrazando y cuidando su bienestar emocional y no dañando.
Lo que puede parecer utópico en un inicio, mejora tanto con la práctica que ya no se concibe otra forma de hacerlo. Habla, abraza, entiende, empatiza, negocia, hazle entender con la palabra, con el cariño, con el contacto, con humor, con ironía. Respira, ten paciencia y quiérele. Y quiérele un poco más si hace falta.

Una respuesta que daña pondrá distancia pero una reacción desde el respeto, desde el cariño acerca y repara. Menos "sal de casa" y más "sé que lo puedes hacer mejor", más "sé que me puedes decir lo mismo con más cariño".
Si desde la rabia te grita con voz firme y seria "¿pero qué estás haciendo?", prueba a dar una respuesta que no espera. Utiliza la ironía si es necesario. Ponte con aspecto de preocupada y dile "¿te pasa algo en la voz? Te noto como "afónico" y sonríele. Le estás poniendo un límite de forma positiva y estás cambiando el "final del cuento". Haz la prueba.
Si consideras que te ha faltado al respeto y tu solución pasa por sacarle a las escaleras del portal, ten en cuenta que así le haces daño. El adulto eres tú. Las normas se pueden poner hablando, dialogando, entendiendo y llegando a acuerdos. Hay formas de hacerlo que cuidan. Todas ellas pasan por prevenir y por aprender a gestionar tus propias emociones en momentos de tensión, en cómo me sitúo, cómo siento y cómo actúo yo cuando mi hijo no me hace caso.

Si aún así crees que has probado "todo" y no ves alternativa para que respete las normas no le eches fuera, pide ayuda. Pero si aún así vas a hacerlo... que sea siempre contigo. Un abrazo en la escalera del portal también puede cuidar.
Dejarle solo no enseña nada bueno, acompáñale.
Artículo redactado y compartido por Izaskun Valencia, psicopedagoga, conferenciante y blogger
Más artículos en su web Educación Emocional