Se trata de un pequeño cristal de vidrio o piedra preciosa, de unos 2 milímetros de diámetro, que se coloca en la superficie del diente deseado. Según los expertos la mejor ubicación son los caninos y los incisivos superiores, pero se puede colocar en cualquiera, ya sea natural o un implante. Aunque su colocación es muy sencilla y no contiene riesgos, lo mejor es acudir a un especialista en odontología, a una clínica especializada o a tu dentista de confianza para asegurar el uso de los materiales correctos y evitar cualquier problema.
Hace años la colocación de un piercing dental requería la perforación previa del diente estropeando el esmalte del mismo. Hoy en día la técnica es muy distinta. Es totalmente indolora y no supone ningún desgaste dental ya que se realiza con un adhesivo especial, el mismo que se utiliza para fijar un bracket de ortodoncia. Gracias a este método el proceso es reversible y el piercing se puede quitar sin que queden marcas en el diente.
El proceso apenas dura 15 minutos y el piercing puede aguantar de 6 meses a un año, según los hábitos alimenticios e higiénicos de quien lo lleve. Los dientes pueden cepillarse con normalidad y se puede comer tranquilamente, aunque hay que tener cuidado al morder alimentos demasiado duros como el turrón, el regaliz o el hielo, para evitar que el brillante se desprenda.
El único requisito para poder apuntarse a esta moda es tener unos dientes sanos, sin sarro y sin caries. Si es tu caso y deseas que tu sonrisa brille de verdad, elige el color y el tamaño del piercing que más te guste y acude al especialista.