Qué tener en cuenta a la hora de escoger una planta de un vivero
Consejos de experto
Descubre qué tienes que tener en cuenta a la hora de elegir plantas para casa.
Para todos aquellos que vivimos en una ciudad entrar en un vivero es lo más parecido que tenemos cerca de nuestra casa a estar en una selva. Es cierto que es una pequeña selva domesticada que poco tiene que ver con un ecosistema natural, pero la ventaja es que podemos seleccionar diferentes plantas y llevárnoslas para enriquecer nuestro verdadero ecosistema particular: nuestro jardín. Si como a mí te ocurre que cada planta parece que te esté pidiendo que la lleves contigo debes llevar cuidado, ya que en realidad no todas son aptas para hacerlo.
Saber elegir bien un ejemplar es el primer paso para disfrutar de un jardín o terraza sana y duradera. Por este motivo hoy te cuento cómo identificar una planta en buen estado, qué señales deben ponerte en alerta, por qué conviene conocer su origen y el sustrato en que ha crecido y, sobre todo, cuáles son los errores más frecuentes que se cometen en ese momento tan emocionante de la compra. ¡Este artículo te interesa!
¿Qué señales indican que una planta está sana antes de comprarla?
Cuando estamos comprando en un vivero debemos seleccionar siempre aquellas plantas que estén sanas. No únicamente por no pagar por una planta enferma, sino porque una planta enferma puede transmitir esa enfermedad a otras sanas de nuestro jardín. ¡Un caballo de Troya en toda regla!
Sin embargo, es relativamente fácil identificar una planta sana, ya que esta transmite vitalidad incluso antes de mirarla con detalle. Las hojas lucen firmes, turgentes y su color suele ser potente y uniforme. El crecimiento parece equilibrado y no debería haber manchas, bordes secos, signos de plagas ni marchitamiento, incluso aunque el día sea caluroso. Los síntomas tempranos de cualquier enfermedad suelen manifestarse antes en los nuevos tejidos que en los que ya se han formado. Si notas que las hojas nuevas son pequeñas, deformes o escasas, es señal de que el ejemplar ha pasado por algún periodo de estrés, probablemente por falta de agua, exceso de sol o una nutrición deficiente. Aunque esto no tiene por qué significar que la planta esté enferma sí que la hace más susceptible a estarlo, por lo que debemos evitar estos ejemplares.
También es buena señal que la planta tenga brotes nuevos o capullos formándose, ya que esto indica que sigue creciendo activamente, tanto la parte aérea como todo el sistema radicular. En cambio si observas flores ya marchitas cuando se encuentra en pleno periodo productivo o demasiadas hojas amarillas en la base, probablemente el ejemplar ha permanecido demasiado tiempo en el vivero. No es necesariamente un grave problema, pero sí nos indica de que podría necesitar cuidados extra una vez en casa. Simplemente, es algo a tener en cuenta.
En términos generales una planta equilibrada tiene una forma coherente, sin inclinaciones extrañas ni zonas despobladas que pudiera indicar problemas de cultivo durante su desarrollo. En árboles o arbustos jóvenes, donde el tronco se lignifica, este debe ser recto y firme, sin grietas ni heridas. En plantas de tallo blando, la textura debe ser turgente, nunca blanda o viscosa.
¿Cómo detectar problemas en raíces, hojas o tallos a simple vista?
Aunque todas las partes de la planta son importantes y la parte aérea es lo primero que se ve lo que más nos debe preocupar en realidad son las raíces. Ellas cuentan la historia real de una planta. Si el vivero te permite revisarlas (o si puedes hacerlo disimuladamente…), levanta ligeramente la maceta: si las raíces asoman por los orificios de drenaje, están demasiado lignificadas o están tan compactas que giran y giran dentro de la maceta es porque la planta está enraizada en exceso. Esto significa que ha superado su espacio disponible y que necesita un trasplante urgente. Si esta situación se ha dilatado en el tiempo la planta habrá sufrido déficits nutricionales y estrés hídrico, además que le costará adaptarse al trasplante y su manipulación durante este proceso será más delicada. En cambio, un cepellón firme, con raíces blancas y una cantidad relativamente normal para el tamaño de la maceta indica salud. Te recomiendo que evites aquellos ejemplares que tienen raíces oscuras, blandas o con olor a humedad estancada.
En cuanto a las hojas, hay que fijarse más allá del color. Es cierto que esto da mucha información, ya que una planta enferma difícilmente tendrá un potente color verde, pero hay más información que podemos obtener de ellas. Por ejemplo, las manchas amarillas irregulares pueden delatar deficiencias nutricionales o ataques de ácaros. Si observas puntitos oscuros, hilos finos o polvillo en el envés, probablemente hay presencia de plagas como araña roja o cochinilla. Siempre que puedas debes palpar bien las plantas antes de comprarlas. Si notas que sus hojas están flácidas o pegajosas, algo no va bien. Las hojas sanas deben ser firmes, limpias y con un brillo natural.
Los tallos tampoco deben ser pasados por alto, ya que en general deben ser consistentes, libres de heridas o grietas y, a poder ser, libre de cicatrices. Si al presionarlos notas que ceden fácilmente o exudan un líquido oscuro, hay riesgo de podredumbre. En plantas leñosas, comprueba que la corteza esté intacta y que no haya signos de hendiduras profundas. Y si se trata de una planta injertada, revisa el punto de injerto: debe estar bien cicatrizado y sin abultamientos anómalos.
¿Por qué es importante conocer el origen del ejemplar y el tipo de sustrato usado?
Cuando compras una planta, no solo estás llevando a casa un organismo vivo, sino también parte del entorno en el que ha crecido. El origen del ejemplar (el vivero o región de procedencia) influye mucho en su capacidad de adaptación en nuestro jardín, algo fundamental si no queremos que nuestra compra muera a las pocas semanas. Las plantas autóctonas de tu zona o, al menos, aquellas cultivadas en climas similares al tuyo, se aclimatan más rápido. Por otro lado, las plantas de otros lugares del mundo o aquellas que provienen de invernaderos con condiciones controladas suelen sufrir un pequeño “shock” al enfrentarse al exterior. No significa que no debas comprarlas, pero sí haciéndolo teniendo en cuenta que necesitaran más tiempo y atención que las demás.
Saber el tipo de sustrato en el que está plantada también es crucial. Algunos viveros usan mezclas muy ligeras, ricas en turba y perlita, ideales para mantener la humedad (y así reducir la necesidad de cuidado, lo que reduce su calidad) y reducir peso durante el transporte, pero es poco sostenibles a largo plazo. Estas mezclas se secan rápidamente y no siempre retienen los nutrientes adecuados, por lo que es más bien un sustrato de mantenimiento, no de desarrollo.
Si notas que el sustrato es excesivamente fibroso o se compacta demasiado, conviene trasplantar el ejemplar pronto a un sustrato más adecuado. Además, conocer el sustrato ayuda a ajustar el riego. Una planta que viene de un vivero húmedo puede necesitar menos agua al principio, y viceversa. Escoger una planta con un buen sustrato y procedente de un productor responsable no solo mejora su salud, sino que también apoya a que desarrollemos nuestra afición de una manera más ética, consciente y sostenible.
¿Qué errores comunes se cometen al elegir plantas en un vivero?
El entusiasmo suele ser el peor consejero. Uno de los errores más comunes es dejarse llevar por la floración momentánea, algo que los viveros aprovechan. Muchas personas compran plantas en su máximo esplendor, sin pensar que ese pico de belleza puede durar solo unos días. El ejemplo más evidente son las orquídeas de colores irreales como el azul oscuro que se obtiene a través de colorantes que se inyectan directamente en la vara floral. Son muy bonitas, sí, pero esta belleza es volátil. ¡Debes tener claro qué es lo que estás adquiriendo!
En general siempre es mejor escoger ejemplares con botones a punto de abrir que aquellos con todas las flores ya desplegadas. Así las flores no te distraerán de comprobar su estado real de salud y, a la vez, disfrutarás más tiempo del espectáculo. Otro fallo habitual es no tener en cuenta el espacio disponible. Las plantas pequeñas pueden crecer mucho más de lo que aparentan, y colocar un arbusto que en dos años ocupará medio jardín suele acabar en frustración. Siempre conviene informarse del tamaño adulto de la especie y de sus necesidades de luz y agua para mantener la armonía de nuestro jardín.
Como has visto, escoger una planta es, en cierto modo, una apuesta a futuro. No se trata solo de cuál luce mejor, sino de cuál está preparada para prosperar contigo. Una planta bien elegida no solo embellece el hogar: también nos enseña, silenciosamente, a cuidar con atención desde el primer día.