Estrategias sorprendentes para la dispersión de semillas
Las plantas se multiplican
El viento, el agua y los animales; los grandes culpables de la dispersión de semillas.
Caminar por el campo, la montaña o la playa, especialmente, en primavera puede convertirse en una clase de biología en directo. Quizá sin darte cuenta llevas en los calcetines varias semillas de bardana enganchadas con sus pequeños ganchos, o has soplado las esferas de un diente de león y visto cómo sus plumeros vuelan como paracaídas diminutos. Tal vez te has comido un coco sin pensar que, antes de llegar a tu mesa, sus antepasados viajaron miles de kilómetros flotando por el océano.
Las plantas, aunque parecen inmóviles, han desarrollado estrategias extraordinarias para que sus semillas viajen y conquisten nuevos territorios. En este artículo te cuento las tácticas más sorprendentes para la dispersión: desde el viento y el agua hasta los animales. ¿Te interesa?
¿Por qué las semillas necesitan viajar?
Las plantas no pueden moverse como los animales, ¡aunque ya hablamos en un artículo sobre que otras estrategias tienen! En la mayoría de casos una vez que las plantas han enraizado, se quedan fijas en el suelo. Sin embargo, no pueden reproducirse una al lado de la otra, piensa que sus descendientes necesitan escapar de la sombra y la competencia de la planta madre. Si todas las semillas cayeran al pie del mismo árbol, difícilmente prosperarían: habría demasiada competencia por luz, agua y nutrientes. Para solucionar este problema la evolución inventó la dispersión de semillas, que cumple dos objetivos vitales.
Por un lado, evita la competencia directa entre madre e hijos, pero, por otro lado, y mucho más importante, permite colonizar nuevos hábitats, expandiendo el rango de distribución de la especie. Sin dispersión, muchas plantas se habrían extinguido al agotarse los recursos locales, mientras que regiones extremadamente aisladas, como muchas islas e islotes, carecerían de vida. Con la dispersión las plantas logran viajar sin moverse, ¡y te aseguro que sus estrategias te van a sorprender!
Viajes en el aire: el viento como aliado
El viento es uno de los medios más antiguos y efectivos de dispersión. Para aprovecharlo, las semillas han desarrollado formas ligeras, aladas o con estructuras que aumentan su superficie, de manera que el aire las empuja más fácilmente, como si fuera una cometa. El ejemplo clásico, pero también el que todos hemos podido descubrir por nosotros mismos, es el del diente de león. Cada semilla está unida a un penacho de filamentos blancos que actúan como una especie de paracaídas, permitiendo que la semilla flote fácilmente y recorra distancias sorprendentes. Un soplido humano basta para poner en marcha ese mecanismo natural, así que sí, cuando soplas una de estas flores estás facilitando a que la especie se propague. Otro ejemplo llamativo es el de los árboles del arce, cuyas semillas, que en mi pueblo de pequeños llamábamos “helicópteros”, poseen una prolongación en forma de ala que les hace girar como hélices al caer. Este movimiento ralentiza la caída y aumenta las posibilidades de que el viento las arrastre lejos y les ayude a planear.
También podemos encontrar casos más extremos, como el cardo, cuyas semillas pueden mantenerse en el aire mucho tiempo y recorrer kilómetros antes de tocar tierra. Sin embargo, el viento es un aliado que no siempre ayuda a las plantas, ya que no garantiza que la semilla caiga en un sitio favorable ni siempre sopla con la misma intensidad o en la misma dirección, aun así es, sin duda, un gran aliado para lograr que las semillas lleguen a zonas nuevas, aunque cuáles sean estas sea algo más del azar. Por este motivo las plantas que se ayudan del viento para dispersarse suelen tener como estrategia producir muchas semillas ligeras con la esperanza de que aunque pocas prosperarán, bastan unas cuantas para mantener la especie.
Semillas marineras: la dispersión por agua
El agua es otro vehículo natural al igual que el aire. Algunas plantas crecen cerca de ríos, lagos o mares y han desarrollado semillas capaces de flotar. Probablemente, el ejemplo más famoso es el coco, un fruto que tiene una cáscara fibrosa que lo hace ligero y le permite flotar como una boya. Gracias a ello, los cocoteros colonizaron playas e islas a lo largo de todo el trópico. ¿Nunca te has preguntado como es posible que esta especie sea tan común en islas tropicales que estén separadas a grandes distancias unas de otras? El secreto es que esta especie ha evolucionado de manera que una semilla podía desprenderse, caer al mar y viajar cientos de kilómetros hasta encontrar una costa donde germinar. No solo los cocos usan esta táctica, sino que muchas especies de manglares producen semillas que ya germinan parcialmente en la planta madre y que luego caen al agua como pequeñas lanzas que flotan hasta clavarse en un nuevo suelo fangoso. Este mecanismo asegura que se establezcan en zonas adecuadas para su crecimiento.
Lo más interesante de esta estrategia es que incluso en ambientes más modestos, como un simple arroyo, las semillas que flotan tienen una ventaja clara sobre el resto: pueden viajar río abajo y colonizar terrenos fértiles en las orillas, territorio muy cotizado por el mundo vegetal. La corriente es, en este caso, un transporte gratuito y constante, aunque también tiene ciertas pegas. Como hemos visto con el viento, no se puede dirigir hacia donde se transporta una semilla y en el caso concreto de los ríos las semillas siempre viajarán en una dirección, por lo que se dificulta la propagación de una especie aguas arriba.
Los animales: los mejores transportistas de semillas
Los animales son, sin duda, los dispersores más sofisticados. Las plantas tienen dos grandes formas de aprovecharlos, tanto externamente como internamente. En la dispersión externa, las semillas se adhieren al pelaje, las plumas o incluso a la ropa humana. La bardana que comentábamos al principio es el ejemplo clásico. Sus semillas tienen una especie de ganchos diminutos que se enganchan como si fuese el velcro de unas zapatillas a cualquier superficie. ¡Imagínate como es de ingenioso este diseño que inspiró la invención del propio velcro moderno! Así, sin proponérselo, ovejas, perros, zorros o excursionistas transportan semillas a gran distancia sin que a ellas les suponga ningún esfuerzo.
Por otro lado, tenemos la dispersión interna, que es la más conocida por nosotros. En este caso las semillas viajan dentro del aparato digestivo del animal, por lo que muchas plantas han evolucionado para motivar a que los animales se alimenten de sus frutas. Muchas frutas coloridas y dulces, como las cerezas o las moras, atraen a los animales con un premio nutritivo y, al comerlas, los animales ingieren las semillas, que atraviesan el estómago sin dañarse y salen expulsadas en otro lugar, acompañadas de abono natural en forma de excremento. Es un trueque perfecto: el animal se alimenta y la planta consigue transporte y fertilización gratuita. ¡Un estupendo ejemplo de simbiosis y cooperación interespecífica!
Algunos casos son especialmente llamativos. Por ejemplo, los murciélagos frugívoros pueden dispersar semillas a decenas de kilómetros, ya que vuelan grandes distancias, mientras que los elefantes, en cambio, actúan como arquitectos del paisaje en África y Asia: comen frutos enormes y después depositan semillas en lugares abiertos, contribuyendo a la regeneración de bosques. ¡Todo esto siempre acompañado de una buena dosis de fertilizante natural!
La dispersión balística: una catapulta natural
Algunas plantas han ido más allá y han desarrollado auténticas catapultas que les permite dispersar sus semillas de manera autónoma. Esta forma de dispersión, llamada balística, consiste en que el fruto acumula tensión y, al madurar, se abre de golpe lanzando las semillas a varios metros. El ricino es un buen ejemplo, ya que cuando sus cápsulas se secan y se tensan demasiado, estallan con un chasquido que lanza las semillas a gran distancia. Esta estrategia asegura que las semillas se dispersen lejos de la planta madre sin depender de viento, agua o animales, pero su alcance es muy limitado.
Como has visto de nuevo el reino vegetal no deja de sorprendernos. Las plantas, aunque inmóviles, han encontrado formas espectaculares de moverse a través de sus semillas. El viento las convierte en paracaidistas, el agua en navegantes, los animales en pasajeros y la balística en artillería natural. ¡Todo con el objetivo de asegurar la siguiente generación!