La ciencia tiene la respuesta a por qué bebes más zumo de tomate en los aviones

A mí me encanta el zumo de tomate y lo tomo en muchas ocasiones cuando me apetece algo diferente a una cerveza o a un refresco, pero hay personas que solo lo toman en los aviones. ¿Formas parte de ese grupo? Pues no es una moda ni es casualidad, hay una explicación científica y te contamos cuál es.
Seguro que has visto en más de una ocasión a pasajeros bebiendo zumo de tomate en el avión o incluso has sido tú quien lo ha tomado, a pesar de que en tierra no es una bebida habitual en tu día a día. Esta costumbre tiene una explicación científica fascinante.
Beber zumo de tomate en los aviones no es solo una moda ni una casualidad, sino que responde a cambios fisiológicos provocados por la altitud, el entorno del avión y nuestras papilas gustativas.
'El avión hackea nuestro cerebro. La baja presión hace que no diferenciemos bien entre sabores dulces y salados, pero hay un sabor que sí distinguimos mucho mejor en el aire, que es el umami, explica David Callejo, el médico anestesista más famoso de Instagram.
Y ese quinto sabor profundo y sabroso, el umami, está muy presente en el zumo de tomate. Y te preguntarás: ¿por qué notamos más el sabor umami en el cielo?
El efecto del avión en nuestros sentidos
'El ruido constante del avión influye en cómo saboreas la comida y es que tenemos el nervio cuerda del tímpano que conecta nuestro oído con nuestra lengua', explica Callejo.
Cuando volamos en un avión comercial, estamos expuestos a una presión de cabina equivalente a estar a unos 2.000-2.500 metros de altitud. A esa altura, se produce una reducción en la sensibilidad de nuestras papilas gustativas: disminuye un 30 % nuestra capacidad para detectar sabores dulces y decrece también la percepción de los salados.
Sin embargo, los sabores umami y ácidos (como los del tomate) se perciben con mayor claridad.
El zumo de tomate, que tiene un sabor complejo con toques dulces, ácidos y umami, se convierte en una bebida que sabe más sabrosa en el aire que en tierra.
El sonido constante del motor del avión (alrededor de 85 decibelios) también influye. Según estudios del Fraunhofer Institute y otras investigaciones sensoriales, el ruido blanco o constante reduce la sensibilidad a ciertos sabores.
En los vuelos, el umami y el ácido ganan protagonismo, mientras que lo dulce y lo amargo se percibe menos.
Esto favorece que bebidas como el zumo de tomate, el agua con gas e incluso el Bloody Mary, sean muy populares en los vuelos.
Además, el zumo de tomate es más denso y saciante que otras bebidas. Muchos pasajeros lo perciben como una especie de 'tentempié líquido', algo reconfortante en un entorno donde los sentidos están adormecidos. Además, su color, textura y sabor lo hacen menos empalagoso que zumos dulces como el de naranja o manzana.
También hay un factor asociativo. Al tratarse de una bebida que muchas personas consumen solo en vuelos, se genera una especie de ritual psicológico. Es una forma de marcar el inicio de un viaje, una bebida 'de ocasión especial' que no se toma normalmente en tierra.
La aerolínea Lufthansa observó que sus pasajeros consumen tanto zumo de tomate como cerveza durante los vuelos. Esto llevó a que incluyeran la bebida como parte destacada de su carta de a bordo e incluso investigaran su preparación ideal para altitud.
Ese ruido constante en el avión hace que se potencie el sabor umami, pero esto no solo pasa en los aviones, como explica David Callejo, que ofrece tres ejemplos de cómo el sonido o la música pueden cambiar el sabor de los alimentos
'Los snacks crujientes nos gustan más por el sonido. Los refrescos nos van a quitar más la sed si oímos el ruido del burbujeo. E imagina que tenemos un postre con tonos dulces y tonos amargos. Si lo tomamos con una música aguda, notaremos más el dulce. Si lo tomamos con una música grave, notaremos más el sabor amargo. Y es que tu oído también come contigo', explica el médico.