Flat white: el secreto mejor guardado de los baristas (y cómo prepararlo en casa)
Pasión cafetera
Este café cremoso y equilibrado arrasa en las cafeterías de especialidad, pero su receta es más fácil de lo que imaginas

Si eres de los que buscan algo más suave que un espresso pero más intenso que un café con leche, es hora de que descubras el flat white. Esta bebida cremosa, con sabor a café bien definido y una textura sedosa que enamora a primera vista (y a primer sorbo), ha dejado de ser un secreto entre baristas para convertirse en uno de los cafés más pedidos en todo el mundo.
Pero ¿qué es exactamente un flat white, cómo se diferencia de otros cafés con leche y, lo más importante, cómo puedes prepararlo en casa?
¿Qué es un flat white?
El flat white es una bebida a base de espresso y leche vaporizada originaria de Australia o Nueva Zelanda (ambos países se disputan su invención desde los años 80). Su nombre significa literalmente "blanco plano", y hace referencia a su superficie: una fina capa de leche microespumada, sin montañas de espuma como en el cappuccino.
Se sirve en una taza de entre 150 y 180 ml y su equilibrio es perfecto: tiene menos leche que un café latte, pero más cuerpo y textura que un cortado o un macchiato. El resultado es un café con sabor fuerte, suave en boca y con una capa sedosa que permite dibujar latte art con facilidad.

¿En qué se diferencia de otros cafés con leche?
Aunque a simple vista pueda parecer un café con leche más, el flat white tiene una personalidad muy marcada. Su principal diferencia está en el equilibrio entre el café y la leche, y en la textura sedosa de su microespuma, mucho más fina y homogénea que la del cappuccino o el latte tradicional.
A diferencia del latte, que suele servirse en tazas grandes o vasos altos con una buena cantidad de leche y una espuma ligera en la parte superior, el flat white se presenta en una taza más pequeña, con menos volumen de leche, lo que permite que el sabor del espresso destaque más. Es más intenso, pero a la vez suave en boca.
En cuanto al cappuccino, la diferencia está en la espuma. El cappuccino tiene una capa gruesa y esponjosa que corona la bebida, mientras que el flat white apuesta por una superficie más plana y brillante, gracias a la microespuma perfectamente integrada. No hay montañas de espuma, sino una capa aterciopelada que se funde con el café sin perder la cremosidad.
Podríamos decir que el flat white es el punto medio ideal entre un cortado fuerte y un latte suave. Un café pensado para los que buscan una experiencia equilibrada, donde el protagonismo se reparte entre el espresso y la leche de forma armoniosa.

Cómo preparar un flat white en casa
¿Tienes una cafetera espresso y un vaporizador de leche? Entonces puedes hacer un flat white casero digno de cafetería. Aquí van los pasos:
Ingredientes:
- 1 o 2 shots de espresso (unos 30-60 ml en total).
- 120-150 ml de leche entera (mejor si es fresca y con buena cantidad de proteína).
Paso a paso:
- Prepara el espresso. Si tienes una máquina con molino, utiliza café recién molido. Elige un tueste medio u oscuro para que el sabor destaque.
- Vaporiza la leche. Usa el vaporizador para calentar y texturizar la leche. El objetivo es crear una microespuma: fina, brillante, sin burbujas grandes. No debe sobrepasar los 65 ºC para mantener su dulzor natural.
- Sirve con estilo. Vierte la leche sobre el espresso desde cierta altura para mezclarla bien y termina acercando la jarra para crear el clásico corazón o espiral. ¡Latte art a la vista!

El truco del barista
La clave está en la leche: ni demasiada espuma ni leche plana. La textura debe recordar a una pintura acrílica líquida: brillante, sedosa y uniforme. Entrenar la mano al vaporizar es cuestión de práctica, pero merece la pena.
¿Te animas a probarlo?
El flat white no solo es delicioso, sino que ofrece una experiencia distinta, perfecta para quienes disfrutan del café de verdad. Si eres de los que no se conforman con cualquier taza y buscas ese punto justo entre intensidad y cremosidad, este café es para tí. Ya sea en tu cafetería de siempre o en tu propia cocina, una cosa es segura: quien lo prueba, repite. Porque el flat white no es solo un café más, es un pequeño ritual para los que disfrutan cada sorbo.
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