El aguaducho que refresca Madrid desde 1944 y que aún sobrevive

Dado que es imposible seguir el ritmo de las aperturas hosteleras y visitar todos los restaurantes de moda de Madrid, muchas veces lo bonito es volver a los orígenes, visitar aquellos lugares que son historia viva de la ciudad. Como el último aguaducho de la capital. ¡Te descubrimos cuál es y qué ofrece!
Qué es un aguaducho
Tengo que reconocer que nunca había escuchado la palabra aguaducho hasta que conocí la historia del último vestigio que queda de esta especie en extinción.
Un aguaducho era un quiosco provisional donde se vendía agua fresca, bebidas de limón, anís, cebada o gaseosa. Surgieron en el Madrid del siglo XIX, cuando aún no existían neveras domésticas ni refrescos industriales.
Por unos pocos céntimos, cualquiera podía calmar la sed en mitad del sofocante calor madrileño.

Eran habituales en verbenas, paseos y fiestas populares, y formaban parte del paisaje cotidiano de los madrileños.
Eran baratos, refrescantes y estaban atendidos casi siempre por familias enteras, muchas de ellas llegadas de Levante, donde la cultura de las bebidas frías tiene larga tradición.
Muchos de los antiguos aguaduchos eran regentados por mujeres que aprovechaban la temporada de verano para montar su puesto y obtener ingresos. No necesitaban cocina ni electricidad, solo hielo, botellas de cristal, un cubo de agua limpia y la habilidad para atraer clientes con su simpatía.
Algunos llegaron a tener clientela fija, e incluso eran conocidos por el tipo de agua o por sus coplas y refranes.
La casi extinción de los aguaduchos
Aguaducho es una de esas palabras que ha caído en desuso. Pocos madrileños jóvenes la conocen, aunque la tradición que representa forma parte del imaginario de la ciudad. Aparece en novelas costumbristas, zarzuelas y crónicas de época, donde se describe como un elemento más del paisaje urbano veraniego.
Desaparecieron casi todos con la llegada de los frigoríficos modernos, las bebidas embotelladas, la restricción de la venta ambulante desde mediados del siglo XX y el auge de bares y supermercados.
El último aguaducho de Madrid
Este es precisamente el caso del último aguaducho de Madrid, ya que fue fundado en 1910 por la familia Guilabert Segura, originaria del pueblo alicantino de Crevillente, aunque no en la ubicación actual.
Ese primer aguaducho era un kiosko cuadrado de madera, de color blanco y con los adornos, vasería y demás enseres de la época que estableció en la calle Cedaceros, esquina a la calle Arlabán, en el centro de Madrid.
Después de pasar por diferentes emplazamientos frente al Congreso de los Diputados y en la Plaza del Carmen (muy próxima a la Puerta del Sol), ya en 1944, se establecieron en la calle Nárvaez, muy cerca del Parque del Retiro. Actualmente, el Kiosko de Horchata Narváez es el último aguaducho de Madrid.

Cada año, sobre mediados del mes de abril, una grúa instala este quiosco en el número 8 de la calle Narváez. El aguaducho permanece allí desde la primavera hasta octubre, atendido actualmente por los descendientes de los fundadores, la cuarta generación. En la actualidad, tan sólo lo regenta José Manuel García López, ya que su hermano Miguel se jubiló en 2023.
Por el último aguaducho de Madrid han pasado multitud de famosos, como el famoso cantante Luis Mariano, que según cuenta la familia de los fundadores, 'aparcaba su mercedes blanco al lado del kiosco y se tomaba una horchata grande y hablaba con nuestra abuela'. O el periodista y autor teatral Paco Serrano Anguita, que según cuentan, 'escribía sus artículos en la terraza que teníamos anteriormente'.
Qué puedes tomar en el último aguaducho de Madrid
La horchata fue desde el principio su producto estrella, elaborada según el método tradicional. De hecho, hasta 1990 la elaboraban en la misma calle en su prensa de hierro. Traían la chufa ya molida en sacos pequeños por kilos y se echaba en el cazo agujereado (tipo colador) que llevaba la prensa junto con agua y se prensaba y a el líquido resultante, se le añadía azúcar y se pasaba a las garrafas, para su enfriamiento.
Hoy en día, ya no se les permite hacerla de esa manera, por lo que elaboran las bebidas en un pequeño almacén, con las medidas sanitarias correspondientes.
A la horchata de chufa fueron sumándose otras bebidas muy tradicionales como el agua de cebada, el limón granizado o una variante de este, al que se le añade sirope de menta, denominada gusalim.
Todas ellas elaboradas de forma artesanal y servidas en vaso de cristal y con ese estilo directo y amable que ha resistido las décadas.
Si pasas este verano por Madrid y quieres refrescarte como se hacía antes, olvídate por un momento de las cadenas de café y los smoothies y frappes de moda. Acércate al Kiosko de Horchata Narváez, pide un vaso de agua de cebada o una horchata bien fría y brinda por una ciudad que, pese a todo, aún conserva rincones donde el tiempo no ha pasado.