Santo Tomás, la fiesta que une campo y ciudad antes de la Navidad

Cultura gastronómica

Entre talos, txistorras y productos del caserío, el País Vasco celebra una jornada que conecta su cocina con su historia rural

Baserritarras elaborando talos a la plancha durante el Día de Santo Tomás, una tradición que reúne a productores y visitantes en plena ciudad.
Baserritarras elaborando talos a la plancha durante el Día de Santo Tomás, una tradición que reúne a productores y visitantes en plena ciudad.

Cada 21 de diciembre, antes de que empiece oficialmente la Navidad, las ciudades y pueblos del País Vasco vuelven la mirada a sus raíces rurales. Bilbao, San Sebastián y otras localidades como Azpeitia, Lekeitio o Mondragón (22 de diciembre) se llenan de vida en una jornada en la que la tradición, la gastronomía y la historia convergen para dar forma al Día de Santo Tomás: una fiesta que, aunque lleva nombre de santo, no nació como celebración religiosa, sino como un espejo del pulso social y económico entre el campo y la ciudad.

Un mercado imprescindible en el calendario vasco

La esencia de Santo Tomás está en lo que representa: el mercado rural más grande del año. A finales del siglo XIX, los baserritarras -campesinos y agricultores que trabajaban los caseríos- bajaban a las villas y ciudades para pagar las rentas de las tierras que cultivaban, justo antes de las fiestas de invierno. Este desplazamiento anual terminó convirtiéndose en algo más: un momento en que la ciudad se abría a los productos del campo y el campo se hermanaba con la vida urbana.

Con el tiempo, el mercado del pago de rentas evolucionó hacia una feria popular: puestos de productores, exhibiciones, artesanía, animales del campo, y un ambiente de encuentro entre generaciones que conecta pasado y presente.

Bilbao y San Sebastián: epicentros de una tradición viva

Bilbao: el Arenal como plaza de encuentro

En Bilbao, el Mercado de Santo Tomás se celebra desde hace décadas en el Arenal y zonas aledañas, transformando el corazón de la ciudad en una feria rural urbana que congrega a decenas de miles de personas cada año. Más que un mercado, es el día en que el espíritu de la tierra entra en la ciudad. Aquí, junto a quesos, mieles, hortalizas y productos de caserío, se vive la culminación de la producción anual vasca en un solo paseo entre casetas y conversaciones.

San Sebastián: tradición y gastronomía en la Plaza de la Constitución

En San Sebastián, también el 21 de diciembre la ciudad se transforma en un gran mercado rural donde la txistorra y el talo se convierten en emblemas comestibles de la jornada. Las calles y plazas principales -desde la Constitución hasta el Boulevard- se llenan de puestos, música y actividades que mezclan tradición con la inmediatez de la vida contemporánea.

Y, junto a estos sabores imprescindibles, aparecen también propuestas dulces de identidad vasca, desde cuajadas recién hechas hasta el pastel vasco tradicional, un clásico que mantiene su vínculo con los obradores del caserío y que sigue siendo uno de los bocados más reconocibles del territorio.

Preparación del talo con txistorra en la feria de Santo Tomás, uno de los bocados más representativos de la jornada.
Preparación del talo con txistorra en la feria de Santo Tomás, uno de los bocados más representativos de la jornada.

Gastronomía que cuenta historias

Una de las particularidades más representativas de este día es su componente gastronómico. La famosa txistorra vasca -embutido fresco y jugoso- se ha convertido en la estrella de la jornada, y su protagonismo no es casual. Según la tradición, era el único embutido disponible en esas fechas, porque su curación es breve y estaba listo justo para Santo Tomás.

Junto con la txistorra, el talo -un pan de maíz tradicional- y la sidra o el txakoli son consumidos en las calles, con la gente charlando alrededor de pequeñas mesas improvisadas. Comer en Santo Tomás no es solo saciar el hambre, sino ser parte de una narrativa colectiva donde cada bocado recuerda el vínculo entre campo y ciudad.

Más allá del consumo: comunidad, identidad y memoria

Santo Tomás no es solo mercado y comida. La jornada está impregnada de identidad vasca: hay quienes se visten con trajes tradicionales de baserritarra para rememorar sus orígenes; hay música, bailes, actividades familiares y un sentido profundo de comunidad. Es una fiesta de pertenencia, tanto para quienes viven en las ciudades como para los que regresan del entorno rural para compartir productos y recuerdos.

En barrios, plazas y rincones de Euskadi, el Día de Santo Tomás marca la transición del año. Es la última gran reunión antes del descanso de las fiestas, el día en que se mira hacia atrás con respeto por la tierra y hacia adelante con la anticipación de la Navidad.

La huella de Santo Tomás en la cocina vasca actual

La celebración de Santo Tomás ha trascendido el propio mercado para influir en la manera en que Euskadi entiende su gastronomía. La jornada funciona como un recordatorio anual de que la cocina vasca nace en el caserío, no solo en los restaurantes. Los quesos de invierno, las verduras de hoja, las sidras frescas o las conservas elaboradas en los meses fríos encuentran aquí su mejor escaparate.

El protagonismo del talo con txistorra -convertido ya en un icono culinario más allá de San Sebastián o Bilbao- demuestra cómo un alimento humilde puede ocupar un lugar central en la memoria colectiva. Productores y cocineros coinciden en que Santo Tomás refuerza una idea esencial: la gastronomía vasca se sostiene gracias a una relación directa entre quien cultiva, quien transforma y quien cocina.

Por eso esta fiesta no es solo tradición: es un barómetro del territorio y de los sabores que lo representan.

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