¿Las ostras crudas están vivas cuando las comemos? La respuesta te va a sorprender

El lujo del océano

Más allá del mito afrodisíaco, este molusco bivalvo combina sabor, frescura y un valor nutricional que lo convierte en un manjar único

Ostras frescas sobre hielo, un clásico que inaugura su mejor temporada en septiembre.
Ostras frescas sobre hielo, un clásico que inaugura su mejor temporada en septiembre.

Septiembre no solo marca la vuelta a la rutina: también inaugura la temporada de ostras, uno de los manjares más deseados del mar. Es el momento en que están más carnosas, firmes y sabrosas.

Pero junto a ese ritual de abrir la concha y añadir unas gotas de limón, aparece una duda que muchos nos hemos hecho alguna vez: ¿las ostras crudas están vivas cuando las comemos?

La respuesta puede sorprenderte y cambiar la forma en la que miras este clásico de la gastronomía.

¿Las ostras están vivas cuando las comemos?

Sí, las ostras deben estar vivas en el momento de abrirse. Y no es un capricho del marisco fresco, sino una cuestión de seguridad: si la ostra muere antes de consumirse, puede acumular bacterias peligrosas para la salud.

Una señal inequívoca de frescura es la reacción que tienen al contacto con el limón. Cuando notas que la carne se contrae ligeramente, significa que todavía está viva y en perfecto estado para el consumo. Esa es la garantía de que lo que tienes en tu plato es auténtica frescura del mar.

En cambio, si la concha está abierta y la carne no responde, es mejor no arriesgarse. Una ostra muerta nunca debe comerse cruda.

Unas gotas de limón provocan que la carne se contraiga, confirmando la frescura del molusco.
Unas gotas de limón provocan que la carne se contraiga, confirmando la frescura del molusco.

La mejor época para disfrutar de las ostras

Existe un truco clásico: consumir ostras en los meses con 'R' en el nombre (de septiembre a abril). Durante el verano, las ostras están en plena reproducción, lo que afecta a su textura y sabor, volviéndolas más blandas y menos apetecibles.

En los meses fríos, sin embargo, su carne es más firme, sabrosa y con una calidad óptima. Además, las temperaturas bajas del agua favorecen su conservación tras la recolección.

De hecho, esta tradición de los meses con 'R' no solo aplica a las ostras: es una norma que se extiende a otros mariscos y que todavía hoy sigue marcando el calendario gastronómico. Si quieres saber más sobre esta costumbre, puedes leer la regla de los meses con R que marca la temporada del marisco.

Eso no significa que no puedas comer ostras en julio o agosto. La acuicultura ha conseguido que se críen en condiciones controladas, lo que permite encontrarlas en el mercado durante todo el año. Pero si quieres disfrutarlas en su mejor momento, septiembre marca el inicio de la temporada ideal.

Más allá del lujo gastronómico, las ostras son una fuente natural de nutrientes esenciales.
Más allá del lujo gastronómico, las ostras son una fuente natural de nutrientes esenciales.

Propiedades nutricionales de las ostras

Más allá de la experiencia gastronómica, las ostras son un auténtico tesoro nutricional:

  • Ricas en zinc: son uno de los alimentos con mayor contenido en este mineral, esencial para reforzar el sistema inmune y mantener la piel en buen estado.
  • Proteínas de alto valor biológico: perfectas para quienes buscan una fuente ligera y de calidad.
  • Bajas en calorías y grasas: un capricho que encaja en dietas equilibradas.
  • Aportan hierro, calcio y selenio, además de vitaminas del grupo B.

Desde la antigüedad, han sido consideradas un afrodisíaco natural, un mito que todavía hoy acompaña a este manjar del mar.

Cada ostra no solo aporta sabor: también filtra el agua de mar, manteniendo limpio su ecosistema natural.
Cada ostra no solo aporta sabor: también filtra el agua de mar, manteniendo limpio su ecosistema natural.

Secretos de las ostras que te sorprenderán

  • El limón no mata a la ostra: solo provoca que la carne se contraiga, lo que confirma su frescura.
  • Las ostras existen desde hace aproximadamente 15 millones de años.
  • Una ostra se convierte en adulta cuando cumple un año y puede vivir hasta 20 años.
  • Respiran como los peces: sí, tienen branquias.
  • Las ostras son filtros naturales del océano: una sola puede llegar a filtrar hasta 190 litros de agua al día (la misma cantidad de agua que se usa en una ducha de 10 minutos), eliminando sedimentos, exceso de nutrientes y contaminantes, lo que ayuda a mantener el agua más limpia y el ecosistema equilibrado.
  • En proyectos pioneros como el Billion Oyster Project de Nueva York, se han restaurado millones de ostras para reconstruir arrecifes que mejoran la calidad del agua y protegen la costa frente a marejadas ciclónicas.
  • Cambio de sexo: muchas ostras son hermafroditas secuenciales, es decir, nacen masculinas y luego se convierten en hembras, lo que les permite adaptarse mejor a las condiciones del entorno.

Y no son sus únicas particularidades: aunque solemos asociarlas a la versión más pura -crudas con unas gotas de limón-, las ostras también admiten preparaciones más elaboradas. Una de las más sorprendentes es la receta de ostras gratinadas con salsa holandesa, donde el contraste entre la cremosidad de la salsa y el toque del gratinado potencia aún más su sabor.

Cada ostra que pruebas encierra una mezcla de mar, historia y placer. Quizá nunca lo pensaste, pero al saborearla descubrirás que es mucho más que un bocado: es un viaje directo a la esencia del mar.

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