Tipos de pescado: claves para no confundirte en la pescadería
Guía práctica
Los tipos de pescado se clasifican por su contenido graso: blanco, azul y semigraso

Entre tantos tipos de pescado que vemos en la pescadería o el supermercado, es fácil sentirse perdido. Solemos guiarnos por el aspecto sin saber que hay tres grupos principales: pescados azules, pescados blancos y pescados semigrasos.
Ese refrán que dice que ‘hay muchos peces en el mar’ es muy cierto, ya que existen aproximadamente 30.000 especies marinas en el mundo. Es posible que la cifra sea aún mayor, pues muchas especies todavía no han sido descubiertas o identificadas.
Sin embargo, el desconocimiento sobre la enorme variedad de peces que existe hace que pidamos una y otra vez los mismos 5 o 10 que conocemos: atún, salmón, lubina, bonito, sardina, dorada, rodaballo… y poco más.

Por eso, hemos preparado una guía práctica para ayudarte a identificar los tipos de pescado y aprovecharlos en temporada, ampliando así tu repertorio de recetas y disfrutando de la verdadera diversidad que ofrecen nuestros mares.
Clasificación de pescados
Hay tres formas de clasificar los pescados: por su contenido graso, por su forma y por su hábitat o el medio en el que viven.
Según el hábitat, se dividen en pescados de agua dulce: los que habitan en ríos, arroyos o lagos y pescados de agua salada, procedentes de mares y océanos.
Por su forma, se agrupan en pescados planos, como el lenguado o el rodaballo, que tienen el cuerpo aplanado; y pescados redondos, como la merluza o el atún, de cuerpo más cilíndrico o alargado.

En cuanto a su contenido graso, se clasifican en pescados azules, blancos y semigrasos.
Las clasificaciones más comunes y útiles en la cocina son las que se basan en el contenido graso y en la forma del pescado.
Tipos de pescado según su contenido graso
La clasificación más habitual se basa en la cantidad de grasa que contiene la carne del pescado. Así, encontramos:
- Pescado azul: con más de un 5% de grasa.
- Pescado blanco: con menos de un 2% de grasa.
- Pescado semigraso: con un contenido intermedio, entre el 2% y el 6%.
La grasa no es un aspecto negativo, ya que en el caso del pescado aporta ácidos grasos saludables como el omega-3, beneficiosos para el corazón y el cerebro. Lo importante es conocer las diferencias y aprender a combinarlos en la alimentación semanal.
Pescado azul: rico en grasas saludables
El pescado azul se caracteriza por tener una carne más oscura y sabrosa, debido a su mayor contenido en grasa. Su porcentaje supera el 5%, pero esta grasa es mayoritariamente insaturada, lo que significa que ayuda a reducir el colesterol LDL (el ‘malo’) y protege la salud cardiovascular.
Son ejemplos de pescado azul: atún, anchoa, sardina, caballa, jurel, salmón, boquerón, pez espada, arenques, bonito del norte, melva, palometa, pez limón y trucha.
Suelen ser especies migratorias que nadan largas distancias, lo que contribuye a su mayor acumulación de grasa.

Beneficios para la salud:
- Alto contenido en omega-3, que mejora la salud del corazón.
- Fuente de vitaminas A y D, esenciales para la vista, la piel y los huesos.
- Favorece el desarrollo cerebral y la función cognitiva.
Se recomienda consumir pescado azul dos veces por semana, alternándolo con pescado blanco para equilibrar el aporte calórico.
Pescado blanco: ligero y de fácil digestión
El pescado blanco tiene menos de un 2% de grasa y una carne de color claro. Su sabor es más suave y su textura más delicada.
Al ser más magro, también resulta más fácil de digerir, por lo que es ideal para personas con digestiones sensibles, niños o dietas de control de peso.
Entre los más conocidos están la merluza, la lubina, el bacalao, el lenguado, el rape, la pescadilla, la dorada, el abadejo, la tilapia, la platija, el pargo, el gallo, la corvina, la perca, el besugo, el mero.

Beneficios para la salud:
- Bajo en calorías y grasas, perfecto para dietas hipocalóricas.
- Fuente de proteínas de alta calidad.
- Contiene minerales como fósforo, potasio y yodo, fundamentales para el metabolismo y la función tiroidea.
Puede consumirse con más frecuencia, incluso tres o cuatro veces por semana, alternando con otros tipos de proteína.
Pescado semigraso: el punto medio
El pescado semigraso tiene un contenido de grasa entre el 2% y el 6%. Su carne puede ser blanca o ligeramente más oscura, y su sabor está a medio camino entre la suavidad del pescado blanco y la intensidad del pescado azul.
Ejemplos de pescados semigrasos son el besugo, la bacoreta, la boga el rodaballo, el salmonete de roca, el pargo, la lubina o la dorada en ciertas épocas del año (ya que el contenido graso puede variar según la temporada y la alimentación del pez).

Beneficios para la salud:
- Aporta proteínas magras con algo más de sabor y jugosidad que el pescado blanco.
- Contiene omega-3, aunque en menor cantidad que el pescado azul.
- Buen aporte de vitaminas del grupo B, necesarias para la energía y el sistema nervioso.
Puede incluirse una o dos veces por semana como opción intermedia.
Cómo diferenciarlos en el mercado
Una forma sencilla de distinguir los tipos de pescado es observar el color y la textura de la carne:
Azul: carne más oscura, sabor intenso y mayor jugosidad.
Blanco: carne clara, sabor suave y textura más tierna.
Semigraso: tonalidad intermedia y equilibrio en sabor y grasa.
También ayuda fijarse en el precio y la época del año, ya que algunos pescados cambian de categoría según su alimentación y la temporada de captura.
Alterna entre diferentes tipos de pescado (blanco, azul y semigraso) para obtener una mayor variedad de nutrientes, y elige preparaciones saludables, como al horno, a la plancha o al vapor, para preservar su valor nutricional. Por ejemplo, una merluza al vapor con salsa de yogur y limón.
Además, procura comprar pescado fresco y, si recurres al congelado, verifica que conserve una textura firme y un olor adecuado, o congélalo tú mismo para mantener su calidad por más tiempo. También puedes aprovechar las conservas de pescado azul, como sardinas o caballa, que mantienen gran parte de sus beneficios.