Los recipientes más inseguros en la cocina que no se deben meter en el horno bajo ninguna circunstancia
Seguridad
Algunos materiales parecen resistentes, pero el calor del horno puede causarles grietas

¿Sabes realmente qué no se debe meter en el horno? A veces lo damos por hecho, pero elegir mal el recipiente o no prestar atención a la etiqueta puede arruinar la receta… o incluso el electrodoméstico.
El horno se ha vuelto un imprescindible en la cocina doméstica. Es el que consigue que un bizcocho de yogur suba y quede esponjoso, que una pizza quede crujiente o que un pollo asado tenga ese dorado perfecto imposible de lograr en el horno microondas. Lo usamos tanto que terminamos metiendo cualquier recipiente sin pensar. Y ahí está el error.
El horno convencional -el de toda la vida, eléctrico o de gas- trabaja con temperaturas muy altas y prolongadas.
El calor dentro del horno puede superar los 250 °C y mantenerse durante mucho tiempo. Si el recipiente no está diseñado para soportar ese nivel de temperatura, no solo se arruina la receta, también puede ser peligroso.

Eso significa que no todos los materiales soportan sus condiciones. De hecho, hay recipientes que jamás deberían acercarse a su interior.
Muchas veces creemos que si un plato aguanta en la mesa o en el microondas también servirá para el horno.
La diferencia está en que el calor del horno es constante y envolvente, y puede derretir, deformar o incluso romper recipientes que no están preparados. Por eso es importante: leer la etiqueta del fabricante.
Recipientes que no se deben meter en el horno
Plástico
Aunque algunos plásticos se presentan como ‘resistentes’, en realidad ninguno está preparado para temperaturas altas y prolongadas.
Al exponerlos al calor del horno, el material se deforma, se derrite y en muchos casos libera sustancias químicas nocivas que pueden pasar a los alimentos.
Además, el olor a plástico quemado impregna la cocina y resulta difícil de eliminar.
Vidrio común y cerámica no refractaria
El vidrio ordinario, como el de vasos o platos de uso diario, no está diseñado para resistir choques térmicos.
Cuando lo metes al horno, puede estallar o agrietarse de repente, sobre todo si la temperatura es alta o si el recipiente pasa del frío al calor sin transición.
Lo mismo ocurre con algunas lozas y cerámicas decorativas: aunque aguantan algo de calor, terminan resquebrajándose.

Madera
Los utensilios de madera, como cuencos o tablas, no deberían entrar nunca en el horno. El calor los reseca hasta deformarlos y, en casos extremos, pueden arder.
Además, al perder humedad se cuartean, y ya no sirven para manipular alimentos con seguridad.
Envases desechables (plástico fino o cartón encerado)
Muy comunes en la comida para llevar. Estos recipientes están pensados solo para transportar, no para cocinar.
En el horno, el plástico se derrite y el cartón puede prender fuego. Además, suelen tener tintas y recubrimientos que no soportan temperaturas altas.
Metales con asas o piezas de plástico
Algunas cazuelas o moldes tienen un cuerpo de metal resistente, pero asas recubiertas con plástico o goma.
A simple vista parecen firmes, pero dentro del horno esas piezas se derriten, desprenden olor y se deforman, estropeando el recipiente.

Porcelana decorada o esmaltada
Aunque la porcelana es un material fuerte, el problema está en los esmaltes y adornos que llevan muchos platos o fuentes.
Bajo calor intenso, esas pinturas pueden desprenderse, decolorarse o incluso liberar partículas tóxicas.
Si la porcelana no indica de forma expresa que es apta para horno, lo más seguro es dejarla fuera.
Los recipientes que sí son aptos
Acero inoxidable y aluminio
Son dos de los materiales más fiables en el horno. El acero inoxidable es resistente, duradero y soporta temperaturas muy altas sin deformarse.
El aluminio, por su parte, tiene la ventaja de ser un excelente conductor del calor: calienta rápido y de forma uniforme. Es el material más usado en bandejas y moldes para repostería.

Hierro fundido y hierro colado
Son clásicos de la cocina lenta. Estos materiales son pesados, robustos y mantienen el calor durante mucho tiempo, lo que permite cocinar guisos o asados con una cocción constante.
Además, resisten cambios bruscos de temperatura y suelen durar toda la vida si se cuidan bien.
Vidrio borosilicato (tipo Pyrex)
Este tipo de vidrio está fabricado para soportar temperaturas elevadas y choques térmicos.
No se rompe con facilidad, distribuye el calor de manera uniforme y permite ver el estado de la comida sin necesidad de abrir el horno. Es perfecto para lasañas, gratinados o postres elaborados en el horno.
Cerámica refractaria y barro tratado
Son materiales tradicionales que siguen vigentes en la cocina actual. La cerámica refractaria aguanta bien el calor y conserva la temperatura después de sacarla del horno, lo que la hace ideal para servir directamente en la mesa.
El barro, si está tratado y curado correctamente, ofrece un sabor muy particular y una cocción uniforme, pero necesita cuidados para evitar grietas.

Piedra para pizza
Estas piedras almacenan calor y lo reparten de forma uniforme, lo que logra que la masa quede crujiente por abajo y jugosa por dentro, como en un horno de leña.
Son especialmente útiles para panes y pizzas, aunque conviene precalentarlas poco a poco para evitar roturas.
Moldes de silicona
Se han popularizado en repostería porque son flexibles, ligeros y antiadherentes. Permiten desmoldar bizcochos o magdalenas sin esfuerzo y resisten temperaturas de hasta 250 °C.
Aunque hay que asegurarse de que sea silicona de calidad alimentaria, porque imitaciones de baja calidad se deterioran rápido.
Y siempre que puedas, evita cambios bruscos de temperatura, por ejemplo no metas un molde recién sacado de la nevera en el horno precalentado. O revisa la etiqueta del recipiente antes de comprarlo. Allí indica la temperatura máxima que soporta.
Si no lleva la marca clara de ‘apto para horno’, conviene dejarlos fuera. Las etiquetas no están de ‘adorno’: son la única garantía de que el recipiente resistirá y de que tu comida saldrá como esperas.