¿Cómo cultivar jengibre en casa? Belleza, sabor y salud en una sola planta

Estoy seguro de que conoces al jengibre como un ingrediente imprescindible si eres un verdadero amante de la cocina. Pero, ¿sabías que también es una planta ornamental perfecta para añadir un toque tropical a nuestro jardín?
En este artículo descubrirás todo lo que necesitas saber para cuidar esta exótica planta y que de esta manera puedas aprovechar sus múltiples beneficios, ¡siendo tú mismo el que la cultivas!
Características de la planta jengibre
El jengibre (Zingiber officinale) es una planta perenne de origen tropical, perteneciente a la familia de las zingiberáceas. Es originario del subcontinente indio, en concreto de las zonas tropicales más lluviosas, pero rápidamente llegó a Europa debido al comercio de especias.
El jengibre está caracterizado por ser una especie herbácea que puede alcanzar un tamaño de hasta 2 metros.
Cuenta con unas bonitas, brillantes y alargadas hojas lineares de cierto valor ornamental, sobre todo porque nos puede recordar a plantas exóticas, aunque sin duda lo que más destaca es su inflorescencia en forma de cápsula que nos puede recordar a la forma de una mazorca.

Sin embargo, la parte más especial de esta planta no se ve a simple vista, ya que se encuentra protegida debajo de la tierra. Se trata de su rizoma, la parte subterránea del vegetal, que destaca por ser un tallo subterráneo y grueso. Esta es su parte más conocida, puesto que puede ser utilizada para dar sabor a nuestros platos y para preparar infusiones.
Además de para esto, el jengibre puede utilizarse para aliviar problemas digestivos, náuseas, resfriados, gripes o, incluso, dolores menstruales.
Aunque en la naturaleza crece en condiciones húmedas y cálidas, su cultivo en jardines y huertos puede adaptarse mediante cuidados específicos que imiten su ambiente nativo. ¿Quieres contar con esta especie en tu jardín?
Cuidados del jengibre
Ubicación
Para que el jengibre se desarrolle correctamente, es fundamental colocarlo en un lugar resguardado del viento y en el que reciba luz indirecta o semisombra.
A pesar de esto, es una especie que necesita buena iluminación, por lo que lo ideal es que la situemos en un lugar luminoso, pero donde se evite la exposición directa y prolongada al sol intenso, ya que esto podría quemar fácilmente sus hojas, especialmente si nos encontramos en una ubicación con un clima muy caluroso.
La temperatura ideal para que se desarrolle esta planta es entre 20 y 30 °C, por lo que en regiones con inviernos fríos es aconsejable cultivarlo en una maceta que nos permita trasladar nuestros ejemplares al interior de nuestro invernadero hasta que las temperaturas vuelvan a ser más cálidas.
Si nuestro clima es más templado, te recomiendo que plantes tu jengibre directamente en el suelo, ya que de esta manera tendrá más espacio para expandir sus rizomas, algo fundamental si queremos cosecharlo.
Riego
Sin duda, uno de los aspectos clave para el cultivo del jengibre es el riego. Esta especie, por cómo está adaptada a su ambiente natural, requiere que su sustrato se mantenga constantemente húmedo, pero que este nunca esté encharcado.

Durante la fase de crecimiento activo es recomendable regar de regularmente, especialmente durante los periodos más secos. Lo ideal es regar únicamente cuando la capa superficial del suelo esté ligeramente seca, por lo que esta es una buena manera de saber cada cuánto debemos regar.
Para favorecer este entorno húmedo que necesita el jengibre, es una buena idea aplicar una capa de mulching alrededor de la planta, lo que además nos ayudará a reducir la competencia con las malas hierbas.
Suelo y fertilización
Esta especie se desarrolla especialmente bien si se encuentra en suelos sueltos, aireados, con un pH neutro o ligeramente ácido y bien drenados, además de ricos en materia orgánica.
Es necesario que el suelo sea relativamente fértil para que el jengibre crezca correctamente, por lo que es una buena idea que antes de la siembra se añada compost o abono orgánico para enriquecer el sustrato, ya que esto ayudará especialmente a la formación del rizoma.
Poda
El jengibre es una especie herbácea, por lo que no es necesario realizarle las podas que solemos aplicar sobre especies que lignifican.
Sin embargo, es buena idea podar todos aquellos tallos muertos, y flores y hojas marchitas, de manera que la planta luzca más bonita y a la vez logremos una mejor ventilación y un aumento de la cantidad de luz que penetra.
Enfermedades y plagas
Aunque el jengibre es una especie muy resistente, hay ciertas condiciones adversas que pueden hacerlo fácilmente susceptible a enfermedades y plagas.

Uno de los factores a los que más sensible es el jengibre es el exceso de humedad o un mal drenaje, ya que esto favorece la aparición de hongos que pueden provocar la pudrición de los rizomas. Por este motivo, es imprescindible vigilar el riego.
Entre las plagas, debemos estar atentos a los ácaros, mosca blanca, chinches y otros insectos que pueden atacar las hojas, debilitando la planta.
Para prevenir estos problemas, puedes optar por soluciones naturales como el aceite de neem, extractos de ajo o infusiones diluidas del propio jengibre, que actúan de manera preventiva sin dañar el ecosistema de tu jardín.
Reproducción de la planta jengibre
Una de las grandes ventajas del jengibre es lo sencillo que resulta su propagación mediante la división de sus rizomas.
Cuando extraemos estos rizomas, podemos elegir los trozos que contengan al menos uno o dos brotes y volverlos a plantar, ya que estos comenzarán rápidamente a crecer de nuevo.
Debemos plantar estos rizomas de manera horizontal, a una profundidad de unos 5 y 7 centímetros, siempre orientando los brotes hacia arriba.
Como has visto, cultivar jengibre en tu jardín es mucho más sencillo de lo que podrías pensar. Por si esto fuera poco, es tan sencillo como pedirle a cualquiera de nuestros amigos que nos comparta un pequeño trozo del rizoma de sus jengibres para contar con esta especie en nuestra casa. ¿A qué esperas?