El pastelero que engaña a los sentidos

Magia comestible

El chef francés más viral del momento ha elevado la pastelería a una experiencia sensorial que mezcla técnica y belleza

Donde otros ven una fruta o una vaina, Cédric Grolet ve un postre esperando ser esculpido.
Donde otros ven una fruta o una vaina, Cédric Grolet ve un postre esperando ser esculpido. | Cedric-grolet.com

Viajar a París solo para probar un pastel puede parecer una locura hasta que ves uno de los vídeos de Cédric Grolet. El chef pastelero francés convierte la repostería en un juego de ilusiones, donde cada fruta esconde un universo dulce que parece salido de un sueño.

Una manzana que no es una manzana

A simple vista, es una manzana verde. Perfecta, brillante, con su pequeño tallo y una piel que parece recién lavada. Pero basta un corte para descubrir que lo que se esconde dentro no es fruta, sino un pastel: capas de bizcocho, crema, gel y una piel de chocolate teñida con precisión quirúrgica.

Así son las creaciones de Cédric Grolet, el pastelero francés que ha convertido el trompe-l’œil (una expresión francesa que significa literalmente 'engañar al ojo') en su firma personal, y que ha logrado que medio mundo viaje a París solo para probar uno de sus dulces.

Frutas perfectas que esconden mousse, gel y bizcocho: el dulce engaño más famoso de París.
Frutas perfectas que esconden mousse, gel y bizcocho: el dulce engaño más famoso de París. | Cedric-grolet.com

El arte de engañar al ojo (y al paladar)

Desde su pastelería en Le Meurice, frente a los Jardines de las Tullerías, Grolet ha llevado la pastelería a otro nivel: el de la ilusión. Domina una técnica que juega con la vista tanto como con el paladar, y que convierte cada postre en una escultura efímera. Su lema podría ser 'nada es lo que parece'.

En sus vitrinas, las frutas parecen reales: melocotones, limones, mangos o pistachos que engañan a la vista con texturas, colores y brillos idénticos a los naturales. Sin embargo, dentro hay un universo de sabores concentrados, mousses ligeras, geles de fruta y crujientes diminutos que estallan al primer bocado. Cada pieza se vende a unos 18 euros, pero nadie parece quejarse: es el precio de comerse una obra de arte.

Ni nueces ni membrillos: Cédric Grolet convierte los frutos de otoño en esculturas de mantequilla, cacao y precisión.
Ni nueces ni membrillos: Cédric Grolet convierte los frutos de otoño en esculturas de mantequilla, cacao y precisión. | Cedric-grolet.com

Vídeos que hipnotizan desde París

El drive visual de Grolet es parte de su marca: pinceles, pulverizadores, moldes y pinceladas de color. En sus vídeos de Instagram se aprecia ese estilo minucioso y casi coreográfico. Su vídeo más reciente -el de la manzana verde- es un claro ejemplo de ese ADN visual que lo hace viral. Quienes lo ven pasan de la incredulidad a la fascinación, y terminan guardando el post solo para volver a verlo.

La pastelería como espectáculo: el chef convierte la espera en parte del ritual.
La pastelería como espectáculo: el chef convierte la espera en parte del ritual. | @cedricgrolet

En otros vídeos, el chef repite el mismo ritual con frutas distintas: una manga pastelera que dibuja pétalos de fresa perfectos; un limón que brilla bajo la luz antes de ser cortado y revelar un corazón líquido; o un mango que parece pintado al óleo y que, al partirlo, deja ver capas de mousse y gelatina que tiemblan con delicadeza. Todo sucede en pocos segundos, con la música justa, los gestos precisos y una sensación casi hipnótica que hace imposible apartar la mirada.

Cada clip está pensado para seducir a cámara: el vapor del glaseado, la caída del azúcar, la textura que cruje al corte. No es solo pastelería, es performance. Y ahí radica gran parte de su éxito: en convertir el proceso de elaboración -normalmente oculto- en un espectáculo que atrapa a millones de personas.

Entre pétalos de fresa y cestas de cítricos, Grolet transforma la repostería en un jardín de sabores.
Entre pétalos de fresa y cestas de cítricos, Grolet transforma la repostería en un jardín de sabores. | @cedricgrolet

Belleza comestible con alma francesa

Cédric Grolet lleva años considerado uno de los grandes referentes de la pastelería moderna. Su precisión, su estética y su forma de narrar el dulce a través de la ilusión lo han convertido en un icono más allá de Francia. Sus creaciones no solo se degustan: se contemplan. Detrás de cada una hay horas de trabajo, temperaturas exactas y una obsesión por la belleza comestible.

Además, ha cosechado elogios por su cruasán, que muchos consideran el mejor de París. Su punto de venta en la Opéra abre cada mañana con largas colas y ese olor a mantequilla que ya forma parte del paisaje parisino.

Sus postres despiertan ese impulso primario de morder lo bello, de convertir lo efímero en placer. Lo suyo es arte que se derrite, fugaz y perfecto.

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