Aplastar, soplar o mojar el polvorón: radiografía de todas las formas de zamparse este clásico navideño
Ritual
Rituales familiares que acompañan el polvorón en la mesa de Navidad
¿Eres de aplastar el polvorón sobre la mesa, de soplar antes de morderlo o de mojarlo en café hasta que casi se deshace? Detrás de este ritual hay mucho debate en la sobremesa y mucha miga suelta. Pero, ¿cuál es la forma correcta de zamparse este clásico navideño?
El polvorón es ese dulce navideño que nunca pasa desapercibido. Y, desde hace poco, aparece en las estanterías de los supermercados antes de la fecha.
Son bocados dulces que, quien los come, deja huella: porque te manchas y casi siempre dejas la mesa llena de migas. Y, precisamente por lo frágil que es, cada persona ha ido creando su propio 'protocolo'. Hay quien lo abre y lo moja en café o leche, hay quien no lo abre y lo aplasta entre el papel y recién lo come, y hay quien sopla el polvo que aparece por encima.
Quien haya crecido en España suele conocer el ritual del polvorón. Alguien coge uno, lo cierra en el puño, lo aplasta un poco, le quita el papel… y entonces ya se puede comer.
Durante años seguimos esas instrucciones sin pensarlo mucho. Era lo que hacían tu madre, tu padre, tus hermanos, tus abuelos… y tú lo imitabas.
Ya con el tiempo empiezas a cuestionarlo. De ahí salen luego las discusiones navideñas. El grupo que aplasta el polvorón lo defiende casi como si fuera una herencia familiar.
En el otro lado están quienes lo muerden tal cual viene de fábrica y sostienen que así se nota mejor el producto… aunque después haya que ir a por la escoba para levantar las migas.
Lo cierto es que no hay una forma correcta de hacerlo. Tiene que ver con la textura que buscas y con lo que quieres evitar (atragantarte, ponerte perdido de azúcar glas).
Aplastar el polvorón, el ritual más extendido
Pocas cosas hay más reconocibles en diciembre que el sonido de un puño contra la mesa… seguido del papel arrugado de un polvorón. Aplastar antes de comerlo es, para muchas personas, ‘la forma correcta’ de tomar este dulce.
El polvorón, sobre todo el de almendra, es muy quebradizo. Al aplastarlo dentro del papel, se compacta ligeramente y se evita que se desmorone en mil trozos al primer mordisco.
Además, al quedar más prensado, el bocado resulta algo más denso, con menos polvo suelto. Eso ayuda a que no tengas la sensación de nube de harina invadiendo toda la boca.
Aplastar dentro del envoltorio mantiene buena parte de la masa unida, sobre todo en los primeros mordiscos.
Soplar el polvorón
El otro gran gesto asociado al polvorón es soplar. Muchos polvorones vienen muy cargados de azúcar en la superficie. Soplar retira la capa más gruesa y hace el bocado menos empalagoso.
Y hay quien ve en esto un remedio, porque al momento de morderlo siente cómo ingresa una nube de azúcar en la nariz y la garganta. Así que, al soplar, se reduce ese ‘efecto polvo’.
Mojar el polvorón en el café
Hay quien no concibe un polvorón sin una taza al lado, ya sea de café, café con leche, chocolate a la taza casero, incluso un sorbo de vino dulce o cava.
Al mojarlo, el polvorón se hidrata y pasa de migoso a casi untuoso. Para quienes sufren con la sensación de sequedad, es un auténtico alivio.
Y hay quienes dicen que un polvorón de almendra mojado en café expreso no sabe igual que en leche o en chocolate.
Además, al humedecerse, la masa se cohesiona y cae menos sobre el mantel. Eso sí, puede que el trozo se deshaga dentro de la taza.
Bocado directo
Y la otra forma es no aplastar, ni soplar, ni mojar. Solo abrir el papel y comerlo tal cual. Con esta opción se aprecia mejor la textura, y es la recomendación que hacen muchos obradores.
Pero tampoco es una regla. No hay una única manera bien hecha de comer polvorones. Lo que sí hay son formas más cómodas, según lo que te guste.
La próxima vez que tengas uno en la mano, fíjate: ¿eres de aplastar, soplar, mojar o morder sin pensar? Porque lo hacemos casi por inercia.