Cuando el lujo se cuela en la caja de polvorones

Tendencias gastronómicas

La colaboración entre Loewe Perfumes y La Duquesita es una pista de cómo están cambiando los dulces de Navidad

Polvorones de almendra de La Duquesita, presentados en una edición especial junto a Loewe Perfumes para la campaña de Navidad.
Polvorones de almendra de La Duquesita, presentados en una edición especial junto a Loewe Perfumes para la campaña de Navidad. | @duquesitamadrid
28 dic 2025 - 09:00

Los dulces de Navidad siempre han sido algo cotidiano. Se compraban, se colocaban en la mesa y se comían sin darse cuenta. Polvorones, turrones, almendras: los sabores de siempre. Pero últimamente, algunos de estos productos están viviendo una especie de segunda vida, asociados a marcas de lujo, ediciones limitadas y una presentación mucho más cuidada.

No es una moda extraña. Es una forma distinta de acercarse a lo de siempre.

La Navidad como momento clave

La Navidad lo cambia todo, también la forma en la que comemos. No solo porque haya más comidas especiales, sino porque se repiten ciertos gestos: abrir una caja de dulces, ofrecerlos a quien llega, volver a coger otro sin pensarlo demasiado. Los dulces navideños funcionan así, casi en automático.

Precisamente por eso, cuando se les presta atención y se colocan en otro lugar -más visible, más cuidado- llaman la atención. No porque sean nuevos, sino porque alguien ha decidido mirarlos de otra manera.

La almendra, un sabor que lo conecta todo

Si hay un ingrediente que explica bien este cambio, es la almendra. Está presente en polvorones, turrones, hojaldres y muchas otras elaboraciones navideñas. Es un sabor conocido, fácil de reconocer y muy ligado a la memoria.

También es un aroma. Y ahí es donde empiezan a cruzarse mundos que hasta hace poco parecían separados. Colaboraciones como la de Loewe Perfumes con La Duquesita parten de esa conexión sencilla: la almendra como punto común entre perfumería y pastelería. Para quien no la tenga ubicada: La Duquesita es una pastelería histórica de Madrid, hoy en manos del pastelero Oriol Balaguer, muy conocida por su repostería clásica y su trabajo con la almendra. No se trata de inventar nada nuevo, sino de poner el foco en lo que ya estaba ahí.

No es casualidad que una marca como Loewe se fije en un obrador como La Duquesita. Sus polvorones no destacan por ser extravagantes, sino todo lo contrario: recetas clásicas, bien ejecutadas, con una almendra reconocible y una textura cuidada. Es precisamente esa fidelidad a lo de siempre lo que los hace interesantes para una marca que busca conectar con la memoria y no solo con la novedad.

Polvorones de almendra de La Duquesita, fieles a una receta clásica y a un proceso de elaboración cuidado.
Polvorones de almendra de La Duquesita, fieles a una receta clásica y a un proceso de elaboración cuidado. | @duquesitamadrid

El producto no cambia, cambia el contexto

Una de las claves de este tipo de propuestas es que los dulces siguen siendo, en esencia, los de siempre. No hay recetas imposibles ni combinaciones extravagantes. Polvorones, turrones y galletas reconocibles, elaborados con técnica y buen producto.

Lo que cambia es el contexto: la presentación, el relato, la idea de edición limitada. Que estas propuestas estén disponibles solo durante un periodo concreto -en este caso, hasta el 6 de enero- refuerza esa sensación de momento especial, ligado al calendario y a las fiestas.

Este cambio de mirada no se limita a colaboraciones puntuales. Este año está pasando algo parecido con los turrones, que están viviendo una especie de reinvención silenciosa, con propuestas creativas que van más allá de los sabores clásicos. Junto a los tradicionales de Jijona y Alicante conviven cada vez más opciones que juegan con formatos, ingredientes y presentaciones distintas, sin renunciar del todo a la base tradicional.

Obradores con historia, no por casualidad

Tampoco es casualidad que este tipo de colaboraciones miren hacia pastelerías con trayectoria. Obradores que llevan años haciendo lo mismo, con recetas consolidadas y una clientela fiel. Frente a la novedad constante, ofrecen algo muy valorado: confianza.

El lujo, en este caso, no busca cambiar el producto, sino apoyarse en ese saber hacer. La tradición deja de ser algo antiguo para convertirse en un valor, una base sólida sobre la que construir nuevas propuestas sin perder identidad.

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