El bocadillo de calamares siempre apetece
Entre pan y pan
Caliente, crujiente y directo, sigue funcionando igual de bien en un bar que en casa, incluso cuando viene de sobras del congelador
Hay comidas que no necesitan contexto ni excusas. No dependen del día, del plan ni del motivo. Simplemente apetecen. El bocadillo de calamares es una de ellas. Da igual que vengas de varios días de marisco o de mesas más elaboradas: un buen bocadillo de calamares sigue entrando solo.
Hace poco, incluso Elsa Pataky aparecía en redes comiéndose uno en Madrid, recordando que no todo lo que apetece tiene que ser nuevo, sofisticado o especialmente instagrameable.
Un bocadillo que no necesita reinventarse
Pan, calamares y calor. Poco más. El bocadillo de calamares funciona porque no intenta ser otra cosa. No necesita reinterpretaciones ni ingredientes sorpresa. Su gracia está en el contraste: el crujiente del rebozado, el interior tierno y el pan recogiendo todo sin deshacerse.
Es una comida directa, de manos, de hambre real. Y quizá por eso sigue funcionando igual de bien ahora que hace años.
También se puede hacer en casa (y con lo que ya hay)
No hace falta salir ni comprar nada especial para hacerlo en casa. Los calamares congelados funcionan perfectamente, sobre todo si han sobrado de compras grandes o de cenas especiales y están bien conservados. Bien descongelados y bien fritos, el resultado es más que digno.
Esta receta de bocadillo de calamares con mahonesa es una buena referencia para hacerlo en casa, respetando el espíritu clásico del bocadillo y con un resultado redondo.
Además, es una forma bastante agradecida de dar salida a esos calamares que esperan su momento en el congelador, sin repetir exactamente los mismos platos de siempre.
La fritura marca la diferencia
La fritura es decisiva en un bocadillo de calamares. Detalles como la temperatura del aceite, el tiempo de cocción o la cantidad que se fríe cada vez marcan la diferencia entre un resultado tierno y uno duro o aceitoso, sobre todo tratándose de un ingrediente tan delicado.
Entre los trucos de cocina doméstica que funcionan de verdad está meter los calamares en cerveza antes de rebozarlos, un gesto sencillo que ayuda a que queden más tiernos y ligeros.
Rebozado clásico y otras opciones
El rebozado tradicional sigue siendo el más popular: harina -con o sin huevo- y listo. Es el que mejor respeta el sabor del calamar y el que más se asocia a ese bocadillo de bar que todos tenemos en la cabeza.
A partir de ahí, hay margen para ajustar según gustos o despensa. Una tempura ligera si apetece un crujiente más marcado, o harina de garbanzo para quien busca otra textura, incluso una buena opción es mezclar harina de trigo con un poco de pan rallado para un resultado más firme del rebozado. No se trata de innovar porque sí, sino de adaptar el bocadillo a lo que se tiene en casa. Preparaciones como los calamares a la romana encajan perfectamente en este formato.
El pan no es un detalle menor
No cualquier pan sirve para un bocadillo de calamares. Necesita aguantar la humedad, tener miga suficiente y no deshacerse al primer mordisco. Barra tradicional, chapata o panes específicamente para bocadillos funcionan especialmente bien.
Recetas como el pan trainera para bocadillos están pensadas justo para eso: recoger el relleno sin empaparse y sin romperse.
Limón, mayonesa o nada
Aquí empiezan las opiniones. Hay quien no concibe el bocadillo sin un chorrito de limón, quien lo prefiere con mayonesa suave y quien no quiere nada que interfiera en el sabor del calamar. Todo es válido. El bocadillo de calamares admite debate, pero no lo necesita para disfrutarse.
Y si te pilla por Madrid
Si estos días de fiestas o vacaciones estás por Madrid y te apetece un bocadillo de calamares fuera de casa, hay clásicos que nunca fallan. Los alrededores de la Plaza Mayor siguen siendo territorio casi obligatorio, con bares que llevan décadas sirviéndolos sin darle demasiadas vueltas.
Sitios como La Campana, El Brillante o La Ideal forman parte de ese imaginario madrileño del bocadillo caliente, envuelto en papel, que se come de pie y sin ceremonia. No hace falta descubrir nada nuevo: cuando apetece un bocadillo de calamares, a veces basta con ir donde siempre.