El Magosto, la fiesta gallega del fuego y las castañas que marca el otoño
sabor a humo y vino nuevo
Una celebración con raíces celtas que une fuego, cosecha y comunidad
Cuando los días se acortan, las hojas caen y el aire huele a leña, Galicia enciende sus hogueras para celebrar el Magosto, una de las fiestas más queridas y antiguas del norte. Fuego, castañas, vino y comunidad se unen en una tradición con raíces celtas que da la bienvenida al invierno.
Un fuego que viene de muy lejos
El Magosto no es solo una fiesta: es un ritual que ha sobrevivido siglos. Su nombre podría venir del latín magnus ustus ('gran fuego') o magum ustum, que haría referencia al carácter mágico de las brasas.
Su origen se remonta a los antiguos celtas, que celebraban el Samhain, una festividad que marcaba el paso del verano al invierno y honraba a los antepasados. Con el cristianismo, estas costumbres se fundieron con el Día de Todos los Santos y los Fieles Difuntos, manteniendo su esencia: reunirse al calor del fuego, compartir comida y recordar a quienes ya no están.
En Galicia y en todo el noroeste peninsular, el Magosto sigue teniendo un fuerte componente espiritual. Se decía que durante esa noche las almas de los difuntos regresaban a los hogares para calentarse junto a la lareira. Por eso, muchas familias dejaban encendido el fuego y algo de comida como ofrenda.
Castañas, vino nuevo y brasas compartidas
El alma del Magosto son, sin duda, las castañas asadas. Durante siglos fueron el alimento que sostenía a las familias gallegas en los meses fríos, mucho antes de que la patata llegara de América. Su recolección en otoño marcaba el inicio de esta fiesta y el cierre del ciclo agrícola.
Asarlas no es solo cocinar: es casi un ritual. Al caer la tarde, cuando el fuego empieza a domar las llamas, se colocan las castañas sobre las brasas dentro de un tambor metálico -una especie de cilindro con agujeros que deja pasar el calor- o en sartenes viejas perforadas que giran lentamente sobre el fuego. Antes, se les practica un pequeño corte en la piel para evitar que revienten y para que el aroma dulce y tostado empiece a llenar el aire.
Poco a poco, la cáscara se ennegrece y se abre, dejando ver el interior dorado y tierno. Las manos se manchan de hollín al pelarlas, pero esa es parte del encanto: comerlas calientes, recién sacadas del fuego, mientras el humo del Magosto se mezcla con el olor a vino nuevo, chorizos asados y tierra húmeda.
En muchas aldeas, las brasas se aprovechan para preparar chorizos, panceta o bolos preñaos, y no faltan la empanada gallega ni el pan de maíz. Todo se comparte entre risas y canciones populares. Y cuando la hoguera empieza a apagarse, llega el momento de los juegos: saltar las brasas o pintarse la cara con el tizne, símbolos de buena suerte y purificación.
En Ourense, el Magosto es mucho más que una fiesta: es una forma de entender el otoño gallego.
Dónde se celebra y cómo se vive
Aunque el Magosto es especialmente popular en Galicia, también se celebra en León, El Bierzo, Asturias y el norte de Portugal, cada uno con su toque particular.
- En Galicia, los colegios, asociaciones y aldeas organizan sus propios magostos, con hogueras, vino nuevo y música de gaitas. Ourense y Lugo son los grandes epicentros.
- En El Bierzo y León, las castañas se asan al aire libre y se acompañan de chorizos y vino joven.
- En Asturias, la fiesta se llama amagüestu y se brinda con sidra dulce o mosto.
- En el norte de Portugal, el Magusto combina castañas, vino y chouriços flameados.
En todas sus versiones, la esencia es la misma: reunirse en torno al fuego, agradecer la cosecha y celebrar la llegada del invierno.
Cómo celebrar el Magosto en casa
Si no puedes escaparte a Galicia, siempre puedes revivir el espíritu del Magosto en casa. Solo necesitas unas buenas castañas, un horno (o una sartén vieja) y ganas de disfrutar del otoño.
Hazles un corte, ásalas a fuego medio y deja que ese aroma invada la cocina. Puedes seguir esta receta de castañas asadas paso a paso para conseguir el punto perfecto.Acompáñalas con vino tinto joven y alguna de estas recetas tradicionales:
Un fuego que nunca se apaga
El Magosto ha pasado de rito celta a fiesta popular sin perder su esencia. Entre humo, vino y risas, Galicia vuelve cada otoño a encender sus brasas para celebrar lo que de verdad importa: estar juntos, comer bien y mantener vivas las costumbres que dan sabor a una tierra.