Museos de comida asquerosa, no aptos para todos los estómagos

El asco en la comida (como en todo) es muy relativo. Lo que a alguien le parece un manjar a otra persona quizá le parezca insoportable. Las diferencias culturales se hacen muy evidentes en la gastronomía y se abre el debate de qué es repugnante y qué no.
Quizá un extranjero se eche las manos a la cabeza al vernos comer criadillas o la salsa negra de los txipirones y muchos españoles no conciben, por ejemplo, comer insectos. Los Museos de Comida Asquerosa de Malmö y Berlín desafían los límites del asco de sus visitantes exponiendo platos de todo el mundo y les invitan a reflexionar sobre lo qué es repugnante y lo que no.
El Disgusting Food Museum de Malmö fue el pionero en ofrecer este tipo de exposiciones en 2018 y tres años después, Berlín abrió su propia sucursal del Museo de Comida Asquerosa.
A través de una exposición de los 80 alimentos 'más repugnantes del mundo', estos museos invitan a los visitantes a explorar la diversidad cultural de la gastronomía, cuestionando las barreras de lo 'normal' en la alimentación.

'La función evolutiva del asco es ayudarnos a evitar enfermedades y alimentos inseguros. El asco es una de las seis emociones humanas fundamentales y si bien la emoción es universal, los alimentos que nos resultan repugnantes no lo son. El Museo de la Comida Repugnante invita a los visitantes a explorar el mundo de la comida y a cuestionar sus nociones de lo que es y lo que no es comestible', explican desde el Museo de Malmö.
Algunas de esas 'repugnantes' comidas que se exhiben en este museo sueco son el Surströmming, arenque fermentado de Suecia, muy famoso por su olor extremadamente fuerte. Es un un hedor tan potente que, en muchos casos, se recomienda abrir la lata bajo el agua para evitar que el olor se esparza.
Otra de las comidas que exhibe el museo es el casu marzu, un queso originario de la isla de Cerdeña que se caracteriza por contener larvas vivas que ayudan a su proceso de fermentación.
Aunque está prohibido en algunos lugares debido a las regulaciones sanitarias, en la isla italiana de Cerdeña sigue siendo una delicia tradicional.
Los visitantes también conocerán el hákarl, carne de tiburón fermentada que en Islandia es un respetado plato que se sirve en ocasiones especiales, pero su olor amoniacal lo hace difícil de comer para muchas personas.

Y en el Museo de Comida Asquerosa no podía faltar la que se suele considerar la fruta más apestosa del mundo. El durian es una fruta tropical originaria del sudeste asiático, conocida por su tamaño grande, cáscara espinosa, y su aroma extremadamente fuerte.
Su olor es tan potente que está prohibido en lugares públicos como transporte y hoteles. Su aroma ha sido descrito como una mezcla de aroma a cebolla, a podrido y a queso fuerte. A pesar de todo, a mucha gente le encanta por su sabor cremoso.
Los visitantes no solo tendrán la oportunidad de ver las comidas asquerosas que el museo exhibe, sino también podrán probar algunas de ellas. '¿Te atreves a oler el queso más apestoso del mundo? ¿O a probar dulces elaborados con productos químicos para limpiar metales?', desafían desde el museo.
Incluso cuentan con una 'ruleta del asco' para los visitantes más valientes que quieran intentar probar todas las comidas asquerosas que se ofrecen. Junto a ella, una pizarra hace un recuento de los días que han pasado sin que nadie vomite.

El futuro de la alimentación, a debate
Más allá del simple choque cultural y de desafiar los límites del asco, el Museo de Comida Repugnante también plantea unas importantes preguntas: '¿qué será de nuestra alimentación en el futuro? ¿Podría cambiar nuestras ideas sobre el asco ayudarnos a adoptar los alimentos ambientalmente sostenibles del futuro?'
En un mundo con una población en crecimiento y recursos limitados, el museo abre el debate sobre alternativas alimenticias que podrían volverse más comunes, como el consumo de insectos o alimentos fermentados. Los insectos, por ejemplo, son una excelente fuente de proteínas y según aseguran, son mucho más sostenibles en términos de impacto ambiental que las carnes tradicionales.
Sin embargo, muchas personas en el mundo occidental sienten mucho rechazo a comer insectos debido a su apariencia o porque están asociados con plagas. Es por eso que el museo incluye platos como saltamontes fritos, no solo para sorprender, sino para hacer reflexionar sobre su viabilidad como alimento en el futuro.
Exposición temporal de comidas peligrosas
El Disgusting Food Museum de Malmö cuenta además con una exposición temporal de comidas potencialmente peligrosas que se han convertido en exclusivos manjares.
Los seres humanos siempre nos las hemos ingeniado para hacer comestibles alimentos venenosos y mortales como semillas que contienen cianuro y animales con órganos tóxicos.
'Aproximadamente la mitad de los artículos exhibidos en esta subexposición son naturalmente mortales o peligrosos para comer, a menos que se preparen de la manera correcta', explican.