Todo lo que debes saber para introducir un gato en un hogar con perros
Comportamiento y educación en gatos
¿Te has animado a ampliar la familia con un gato, pero ya tienes uno o más perros en casa?

No te preocupes. Aunque pueda parecer todo un reto, con paciencia y las estrategias adecuadas, la convivencia entre felinos y canes puede ser todo un éxito. No te pasará como a Silvestre y Héctor, aquellos dibujos de la infancia.
En este artículo, te contamos todo lo que debes saber de cara a introducir un gato en un hogar con perros, desde la preparación previa hasta cómo proceder en las primeras semanas. No es tan difícil como en un principio pueda parecer, ya lo verás. Comenzamos.
¿Pueden convivir gatos y perros en armonía?
Sí, por supuesto. En función del carácter de cada animal y de cómo se gestione la presentación, la convivencia será de una u otra manera. Muchos perros y gatos no solo logran tolerarse, sino que acaban formando vínculos muy estrechos.
Pero no, no se trata de meter el gato a casa y cruzar los dedos. Es necesario seguir un proceso gradual y respetuoso con el fin de evitar cualquier conflicto.

Antes de la llegada del gato: preparación es clave
Previamente y antes de que el nuevo inquilino ponga una pata en tu casa, será clave hacer algunos preparativos:
- Zona segura para el gato: acondiciona una habitación solo para él, donde pueda explorar, refugiarse y adaptarse poco a poco al nuevo entorno.
- Enriquece su espacio: incluye escondites, una cama cómoda, rascadores, su arenero, comida y agua.
- Evaluación del perro: reflexiona sobre el temperamento de tu perro; la manera de reaccionar ante otros animales o si tiene el instinto de caza muy marca.
En el supuesto de que tu perro sea especialmente reactivo, es probable que necesites la ayuda de un etólogo o adiestrador para que la presentación sea del todo segura.
Primeros pasos: que se huelan sin verse
El principal objetivo de las primeras etapas es que se acostumbren a la presencia del otro sin una interacción directa. Para ello:
- Intercambia olores: utiliza una mantita o juguete del gato y déjalo cerca del perro (y viceversa). De esta forma, irán familiarizándose con el olor del otro.
- Comidas paralelas: si es posible, que coman a ambos lados de una puerta cerrada. Así, asociarán la presencia del otro con algo positivo.
El primer encuentro: controlado y sin prisas
Cuando veas que ambos animales están tranquilos con los sonidos y olores del otro, puedes pasar al siguiente nivel:
- Presentación con barrera: emplea una barrera física como una puerta con rejilla o un transportín para que puedan verse sin riesgo.
- Premios y calma: en el caso de que ambos animales se comporten bien, prémialos con chuches y caricias. Si hay gruñidos o bufidos, evita regañarles: es parte del proceso de comunicación.
No hay un tiempo estimado para pasar a la siguiente fase: algunos pueden tardar días; otros, semanas. Respeta el ritmo de cada uno.

Interacción libre (y siempre vigilada)
Cuando estén más tranquilos al verse, puedes comenzar con las interacciones sin barreras, pero siempre bajo una estrecha supervisión:
- Correa para el perro: al principio, mantenlo atado para evitar sustos o carreras.
- Ruta de escape para el gato: comprueba que el felino siempre pueda subirse a algún sitio alto o huir en caso de que lo necesite.
- Sesiones cortas: tampoco es necesario que prolongues en demasía estos encuentros. Es mejor realizar varias interacciones breves y positivas al día.
Si el perro se excita demasiado o el gato bufa, termina la sesión con calma y vuelve a intentarlo más tarde.
Rutinas y territorio: clave para la armonía
El éxito de la convivencia dependerá también de la manera en que organices el espacio y el día a día:
- Respeta los espacios: el gato necesita zonas a las que el perro no tenga acceso. Así, se sentirá más seguro.
- Comederos y arenero separados: nunca y, bajo ningún concepto, pongas la comida del gato junto a la del perro, y mucho menos el arenero en zonas de paso.
- Atención individual: dedica un tiempo de calidad a cada animal. Los celos existen y pueden provocar tensiones.
Señales de alerta: cuándo pedir ayuda
A pesar de que muchos casos se resuelven con paciencia, en ocasiones surgen ciertos problemas complejos. Es preferible que contactes con un profesional si observas lo siguiente:
- Comportamientos compulsivos: si el gato se esconde todo el día o el perro no deja de ladrar al gato, por ejemplo.
- Agresividad persistente: intentos de morder, ataques o persecuciones constantes.
- Cambios físicos o de ánimo: apatía, falta de apetito o conductas destructivas.
Un etólogo o un educador con experiencia en convivencia o entre especies podrá ayudarte, proporcionándote pautas adaptadas a cada caso en concreto.

Paciencia y constancia: la fórmula mágica
Introducir un gato en un hogar donde vivan perros no es cuestión de suerte, más bien de tiempo, empatía y constancia. No desesperes si no se llevan bien al principio. Recuerda que cada paso, por pequeño que sea, es un avance.
Con mucho cariño y una buena planificación, tus mascotas llegarán a convertirse en grandes compañeros. A la postre, los lazos más fuertes no siempre nacen de manera instantánea, sino que se van forjando poco a poco, con el paso del tiempo.