¿Por qué no puedes parar de comer patatas fritas? La ciencia te lo explica

Curiosidades gastronómicas

Descubre el motivo de por qué las patatas fritas son altamente adictivas

Seguro que no puedes comer solo una patata frita, ¿sabes por qué?
Seguro que no puedes comer solo una patata frita, ¿sabes por qué?
20 ago 2025 - 08:00

Crujientes, saladas, doradas… y absolutamente irresistibles. Las patatas fritas tienen algo que las convierte en mucho más que un simple acompañamiento. ¿Y a que no eres capaz de comer solo una? No es casualidad.

La ciencia ha demostrado que este snack activa en nuestro cerebro los mismos circuitos que sustancias altamente adictivas.

La fórmula perfecta para activar el placer

Las patatas fritas combinan tres ingredientes que activan el sistema de recompensa cerebral

  • Grasa: aumenta la palatabilidad, mejora la textura y genera una fuerte respuesta de dopamina.
  • Sal: potencia el sabor y también estimula la liberación de dopamina.
  • Carbohidratos (almidón): se descomponen rápidamente en azúcares simples, provocando un pico de glucosa en sangre, que también activa el centro de recompensa del cerebro.

Esta combinación, poco frecuente en la naturaleza, ha sido denominada por expertos como ‘hiperpalatable’, un término utilizado por el National Institutes of Health de EE. UU. para describir alimentos diseñados para ser irresistibles.

Las patatas fritas activan el centro del placer en el cerebro
Las patatas fritas activan el centro del placer en el cerebro | Freepik

Reacción de Maillard: sabor adictivo

Cuando freímos una patata, ocurre el efecto Maillard, una transformación química que da lugar a cientos de compuestos aromáticos responsables de ese sabor irresistible.

Esta reacción genera una textura crujiente en el exterior que contrasta con el interior cremoso y pirazinas y furanos, compuestos que potencian el umami y el aroma tostado.

También genera acrilamidas, que son potencialmente dañinas, pero presentes en casi todos los alimentos tostados o fritos.

Este contraste sensorial agrada tanto al paladar como al cerebro. Es puro placer.

La textura también engancha

El crujido de una patata frita no solo es placer auditivo: activa regiones del cerebro vinculadas con la frescura y la recompensa inmediata, según investigaciones de Oxford.

Ese sonido y sensación al morderla se asocian con ‘algo sabroso’ y generan una satisfacción multisensorial que también forma parte del ‘enganche’.

Dopamina: el ‘empujón’ cerebral

Cada bocado de patatas fritas activa la liberación de dopamina, el neurotransmisor del placer y la recompensa. Según un estudio publicado en Scientific American, este efecto es tan potente que los cerebros humanos responden a algunos alimentos ultraprocesados de forma similar al alcohol o la nicotina.

Además, a medida que el consumo se repite, se reduce la sensibilidad a la dopamina, por lo que se necesita comer más para sentir la misma satisfacción. Y se activa el circuito de refuerzo, que nos impulsa a buscar ese estímulo una y otra vez, incluso sin hambre.

Comer emocional: el verdadero detonante

Muchas veces no comemos patatas fritas por hambre, sino por aburrimiento, estrés o ansiedad, una recompensa emocional (‘me lo merezco’) o un ritual social (salir de tapas) .

Este tipo de consumo se denomina alimentación emocional, y según estudios de la Universidad de Yale, está relacionado con patrones de adicción alimentaria en un 12 % de niños y 14% de adultos. Pero si te sientes triste y te apetece comer para sentirte mejor, mejor deja los ultraprocesados a un lado y apunta qué comer para que sea una comfort food de verdad.

¿Son realmente adictivas las patatas fritas? Lo que dice la ciencia

En experimentos con ratas, se ha concluido que estas prefieren alimentos ultraprocesados antes que drogas como la cocaína.

Las patatas fritas estimulan los mismos centros de recompensa que el tabaco, el alcohol o el azúcar refinado.

La Yale Food Addiction Scale, una herramienta científica, identifica comportamientos adictivos ante alimentos como las patatas fritas, los helados o la pizza.

Estudios con tomografía (PET) muestran cómo la comida rica en grasa + sal + azúcar genera una respuesta más intensa en el núcleo accumbens, el centro del placer cerebral.

¿Y qué pasa con las de bolsa?

Las patatas fritas de bolsa no solo reproducen esa fórmula de grasa, sal y almidón: además están diseñadas para ser imposibles de resistir. Los fabricantes controlan el nivel exacto de sal y grasas para lograr lo que en la industria alimentaria se llama punto de máxima palatabilidad o ‘bliss point’.

Es decir, ese equilibrio perfecto que no empalaga, no sacia de inmediato y te anima a seguir comiendo sin parar. Incluso el diseño de las bolsas —brillantes, crujientes al tacto, con colores intensos— está pensado para activar el apetito visual y generar deseo instantáneo.

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