Potes celebra el sabor del orujo entre alquitaras, guisos y montaña

Tradición viva

La villa lebaniega se prepara para tres días de fuego, licor artesanal y cocina de invierno al calor de los Picos de Europa

Cocido lebaniego, el plato más emblemático de la comarca: garbanzos pequeños, berza, compango y el tradicional relleno de pan y huevo.
Cocido lebaniego, el plato más emblemático de la comarca: garbanzos pequeños, berza, compango y el tradicional relleno de pan y huevo.

Del 7 al 9 de noviembre, la Fiesta del Orujo convierte Potes en el epicentro del sabor cántabro. Alquitaras encendidas, orujo recién destilado y platos de montaña que huelen a leña y a tradición llenan de vida las calles de esta villa entre los Picos de Europa.

Tres días de fuego y sabor

En Potes, el humo de las alquitaras anuncia el comienzo de la fiesta. Las brasas se encienden, los alambiques chisporrotean y el aroma del orujo recién destilado se mezcla con el de los guisos de montaña. Durante tres días, la villa lebaniega celebra su esencia más pura: fuego, licor y una cocina que sabe a invierno, tradición y paisaje.

En las calles, las alquitaras de cobre destilan lentamente el aguardiente que ha dado fama a Liébana desde hace siglos. A su alrededor, suenan las panderetas, se sirven copas de orujo y cazuelas humeantes de cocido lebaniego, borono con manzana o queso picón. Todo huele a montaña y a celebración. Porque en Potes, cada noviembre, el orujo no solo se bebe: se comparte, se cocina y se convierte en una fiesta que une a vecinos y viajeros al calor del fuego.

Encendido de una alquitara durante la Fiesta del Orujo en Potes, un gesto simbólico que marca el inicio de las destilaciones y del fin de semana más festivo de Liébana.
Encendido de una alquitara durante la Fiesta del Orujo en Potes, un gesto simbólico que marca el inicio de las destilaciones y del fin de semana más festivo de Liébana. | Cantabriaeconomica.com

El alma líquida de Liébana

El orujo lebaniego es una de las bebidas más representativas del norte de España. Se elabora a partir de los hollejos de uva, fermentados y destilados lentamente en alquitaras, esos alambiques de cobre que durante siglos fueron parte de la vida rural. Su sabor es intenso, aromático y limpio, fruto de un proceso artesanal que cada familia ha custodiado como un secreto.

Durante la fiesta, los destiladores locales muestran en directo cómo se obtiene el aguardiente, encendiendo el fuego y dejando que el vapor condense gota a gota. El público se acerca a ver el proceso y, sobre todo, a probarlo. En cada sorbo hay algo de historia y de paisaje: los viñedos de Liébana, el frío de la montaña y la calidez de una tradición que se resiste a desaparecer.

La mesa lebaniega

Pero si el orujo es el alma líquida, la gastronomía es el cuerpo que la sostiene. Potes es tierra de cocidos y guisos de invierno, de platos generosos pensados para reconfortar. El cocido lebaniego -con garbanzos pequeños, berza, chorizo, morcilla, panceta y el característico relleno de pan, huevo y perejil- es el emblema culinario de la comarca.

Una versión clásica del cocido lebaniego con su caldo, carnes y embutidos, símbolo de la cocina de montaña que acompaña la Fiesta del Orujo en Potes.
Una versión clásica del cocido lebaniego con su caldo, carnes y embutidos, símbolo de la cocina de montaña que acompaña la Fiesta del Orujo en Potes. | Hogarmanía

A su lado, aparecen otros sabores intensos: el borono con manzana, una especie de morcilla local que combina dulce y salado; el queso Picón Bejes-Tresviso, curado en cuevas naturales y con un punto azul inconfundible; o los postres con miel y orujo, como las torrijas o los flanes que aprovechan el licor para dar aroma.

Durante la Fiesta del Orujo, muchos restaurantes de la villa elaboran menús especiales que celebran esta cocina de montaña. En ellos, los platos se sirven con una copa de aguardiente, un guiño al espíritu que impregna todo el fin de semana.

Fuego, música y montaña

Más allá de la bebida y la comida, la Fiesta del Orujo es una experiencia colectiva. Las calles del casco antiguo se llenan de música tradicional, bailes regionales y mercados de productos artesanos.

Uno de los momentos más esperados es la elección del Orujero Mayor, una figura simbólica que actúa como embajador de la fiesta. También se entrega la Alquitara de Oro al mejor orujo del año, un reconocimiento que impulsa a las destilerías locales y mantiene viva la competencia por la calidad.

Cuando cae la noche, el fuego sigue encendido. Las copas se alzan, los aromas se mezclan y Potes brilla entre las montañas como un pequeño faro de tradición.

La Fiesta del Orujo, declarada de Interés Turístico Nacional en 2012, va más allá del licor: es una forma de entender el territorio a través del sabor. Cada otoño, Liébana celebra su historia entre alquitaras, canciones y una cocina que mantiene viva la memoria de la montaña.

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