El dulce de Todos los Santos que nunca falta en casa
Pequeños placeres
Los buñuelos de viento vuelven cada otoño con su aroma inconfundible, recordándonos los sabores más dulces de la tradición
Hay aromas que anuncian el otoño antes de que caiga la primera hoja. El del anís, el del azúcar glas flotando en el aire y el de la masa dorándose en el aceite caliente son algunos de ellos. Son el aviso de que se acerca el Día de Todos los Santos y con él, los buñuelos de viento: esos pequeños bocados que llevan generaciones endulzando las sobremesas familiares.
El dulce más esperado del otoño
Los buñuelos forman parte del recetario más entrañable de nuestra repostería. En cada casa se hacen de una forma distinta, pero todos comparten algo en común: la sencillez de los ingredientes -harina, huevo, leche y mantequilla- y el cariño con que se preparan. Al freírlos, la masa se hincha y queda hueca por dentro, lista para rellenar con crema, nata o chocolate.
Su historia es tan antigua como deliciosa. Se cree que su origen se remonta a la herencia árabe, cuando en Al-Ándalus ya se preparaban masas fritas endulzadas con miel en celebraciones religiosas. Con el tiempo, los conventos españoles adoptaron y refinaron la receta, dando lugar al buñuelo moderno tal y como lo conocemos hoy.
Durante siglos fue un dulce de fiesta, reservado para fechas señaladas como el Día de Todos los Santos o Semana Santa. En muchas zonas, se preparaban en honor a los difuntos, como ofrenda o símbolo de unión familiar. De ahí su presencia constante en las mesas de noviembre, junto a los huesos de santo y las castañas asadas.
De norte a sur: cómo se viven los buñuelos en cada región
Aunque los buñuelos son universales, cada región los interpreta a su manera.
- En Castilla y León, Madrid o La Mancha, son los clásicos de viento, rellenos de nata, crema o chocolate.
- En Cataluña y Valencia aparecen en Cuaresma o Semana Santa, muchas veces con boniato o calabaza en la masa, como en estos buñuelos de boniato.
- En Andalucía, especialmente en Córdoba o Jaén, se sirven más planos y aromatizados con anís o ralladura de naranja, similares a estos buñuelos con canela.
- En Aragón o Navarra, también los hay salados o con bacalao durante el carnaval.
Y para los que buscan algo diferente, hay versiones que sorprenden: buñuelos de plátano, buñuelos rellenos de crema y lima o incluso buñuelos sin gluten con fruta, para que nadie se quede sin disfrutar de este clásico.
El secreto para que salgan perfectos
Cada familia guarda su propio truco, pero hay uno que nunca falla: respetar el punto de la masa. Debe quedar lisa, brillante y sin grumos antes de añadir los huevos. Después, freírlos en aceite templado y constante para que suban sin abrirse. El toque final es espolvorear con azúcar glas mientras aún están tibios.
Si prefieres probarlos ya listos para rellenar, aquí tienes una receta infalible de buñuelos caseros o una versión irresistible de buñuelos con crema de chocolate.
Un clásico que vuelve cada año
En muchas cocinas españolas, la víspera de Todos los Santos huele a buñuelos recién hechos. Algunos los rellenan de crema pastelera, otros de nata, de cabello de ángel o de chocolate. Los más modernos se animan con versiones de calabaza o dulce de leche.
Pero todos tienen algo en común: ese sabor que nos transporta al hogar y a las tradiciones que merece la pena mantener vivas. Y aunque la receta es sencilla, hay algunos trucos que marcan la diferencia.
Para freírlos, lo ideal es usar un aceite suave, como el de girasol o el de oliva refinado, que no enmascare el sabor de la masa. Debe estar caliente pero no humeante -unos 170-180 °C- para que se doren despacio y queden esponjosos por dentro.
Una vez fritos, lo mejor es dejarlos enfriar sobre papel absorbente y espolvorear el azúcar glas cuando aún están templados. Se conservan perfectamente uno o dos días si se guardan en un recipiente hermético, aunque los rellenos de crema o nata es preferible mantenerlos en la nevera y consumirlos en pocas horas.
Así, cada año vuelven a la mesa con la misma textura ligera y ese aroma dulce que anuncia que ha llegado Todos los Santos. Porque hay dulces que no necesitan reinventarse para seguir siendo perfectos.