Escapada de otoño a La Rioja entre monasterios, vino y cocina de altura
Gastronomía con legado
De las cocinas monacales a los menús con estrellas Michelin

El otoño tiñe La Rioja de tonos rojizos y dorados. Es la época perfecta para recorrer sus viñedos, adentrarse en monasterios milenarios y descubrir una cocina que viaja del recetario medieval a la vanguardia con estrellas Michelin. Una escapada que combina historia, naturaleza y mesa generosa.
Monasterios que alimentaban cuerpo y alma
Los monasterios riojanos no solo fueron centros espirituales: durante siglos fueron también laboratorios agrícolas, bodegas y cocinas que marcaron la identidad gastronómica de la región.
El historiador y divulgador de viajes, Enrique Domínguez Uceta, lo resume con claridad en una entrevista reciente: 'los preciosos monasterios riojanos eran grandes centros agrícolas, ganaderos y gastronómicos, también eran grandes escuelas, fuentes de sabiduría para lograr que se consumieran los productos frescos en temporada pero también para conservar los excedentes y llevarlos a la mesa durante los meses fríos'.
Su influencia fue más allá de los muros, extendiéndose a las casas tradicionales, donde la despensa era el auténtico tesoro de cada familia.
En aquellos tiempos, la buena alimentación era la base de la salud. 'Cuando la tierra es generosa y se sabe aprovechar, la buena alimentación es la mejor medicina', recuerda Uceta.

Una ruta histórica y sabrosa
Recorrer La Rioja en otoño es descubrir templos de piedra que guardan siglos de historia y gastronomía:
- Suso y Yuso, en San Millán de la Cogolla, son Patrimonio de la Humanidad. El primero, más primitivo y escondido en el bosque; el segundo, monumental y poderoso, con hostería donde se sirven menestras, chuletillas de cordero y vinos de la tierra.
- Santa María la Real de Nájera, de aspecto fortificado, sorprende con su claustro gótico y su vinculación con el Camino de Santiago.
- Santa María de San Salvador de Cañas, donde todavía hoy las monjas elaboran dulces conventuales que siguen atrayendo a visitantes.
- Valvanera, en plena Sierra de la Demanda, se alza a más de mil metros de altitud. Allí la naturaleza envuelve al viajero y un restaurante acoge con platos tradicionales de montaña.
Cada enclave es una parada en la historia, pero también una invitación a saborear el presente.
América en la mesa riojana
La identidad culinaria de La Rioja no se entiende sin la influencia americana. Productos como el tomate, el pimiento, la patata, el maíz, las judías o la calabaza llegaron gracias a las órdenes religiosas con conventos en ambos continentes.
Los recetarios monásticos se transformaron con estos ingredientes, que pronto pasaron a los guisos y huertos de la región. A ello se sumaron especias como la canela, el clavo o el azafrán, y alimentos como el cacao y el cacahuete, que enriquecieron la despensa riojana.
Los libros de gasto de los monasterios revelan un detalle curioso: entre un tercio y la mitad de sus ingresos se destinaban a la compra de alimentos, incluyendo pescado fresco, salazones, carne y chocolate. Los monjes se cuidaban bien, demostrando que la mesa era parte esencial de la vida conventual.

Pucheros, pinchos y vanguardia
La gastronomía riojana actual mantiene un equilibrio perfecto entre tradición y modernidad:
- Los pinchos, con su carácter social y festivo en calles y bares.
- Los pucheros y guisos, herencia directa de los fogones monásticos. Entre ellos, uno de los más populares son las patatas a la riojana un plato de cuchara sencillo y contundente que sigue siendo emblema de la cocina local.
- La alta cocina, que ha colocado a La Rioja en el mapa gastronómico internacional.
Hoy brillan nombres como El Portal de Echaurren (Ezcaray) y Venta Moncalvillo (Daroca de Rioja), ambos con dos estrellas Michelin. A ellos se suman Nublo (Haro), Ikaro, Ajonegro y Kiro Sushi (Logroño), cada uno con una estrella.
Lo más destacable, como señala Uceta, es 'la altísima calidad media de la mayoría de los restaurantes en La Rioja', donde se come bien en casi cualquier lugar.

Viñedos y bodegas abiertas al viajero
El otoño es también tiempo de vendimia. Las viñas se tornan rojizas, los pueblos celebran fiestas y las bodegas abren sus puertas. Más de 80 de las 500 que conforman la Denominación de Origen Calificada Rioja ofrecen visitas y experiencias, desde las centenarias del Barrio de la Estación de Haro hasta pequeñas bodegas familiares repartidas por el territorio.
A esto se suman rutas culturales y naturales como el Parque Natural de Sierra Cebollera, el Camino de Santiago, el creciente Camino Ignaciano o el Barranco Perdido, famoso por sus huellas de dinosaurios.
De los pucheros medievales a las estrellas Michelin, La Rioja ha recorrido un camino gastronómico único. Sus monasterios, viñedos y mesas cuentan una historia de continuidad y evolución, donde tradición y vanguardia se sientan a la misma mesa. Este otoño, ¿qué mejor plan que dejarse llevar por sus sabores y sus paisajes?