Shojin Ryori la cocina zen que nació en los templos de Japón

Cocina meditativa

Una cocina milenaria que transforma la comida en un acto de serenidad y atención plena

Un menú completo de Shojin Ryori servido en bandejas de madera en un templo budista japonés: armonía visual y espiritual en cada cuenco.
Un menú completo de Shojin Ryori servido en bandejas de madera en un templo budista japonés: armonía visual y espiritual en cada cuenco.

En Japón, hay una forma de cocinar que nació para alimentar el alma antes que el cuerpo. El Shojin Ryori, la cocina de los monjes budistas, transforma ingredientes humildes -tofu, verduras y algas- en platos que buscan la armonía perfecta entre sabor, color y serenidad. Una tradición milenaria que hoy inspira a quienes buscan comer con calma y conciencia.

Una filosofía que se saborea

El Shojin Ryori se basa en tres principios: equilibrio, sencillez y gratitud. Pero la palabra clave es armonía. Cada plato es una composición pensada para que los sentidos trabajen juntos: el color, la textura, el aroma y el sabor se combinan con una intención que va más allá de lo culinario.

La armonía se construye en varios niveles.

Por un lado están los cinco sabores -dulce, salado, amargo, ácido y umami-, que no se enfrentan, sino que se compensan. A cada uno le corresponde un color (blanco, negro, rojo, verde y amarillo) y un método de cocción: crudo, hervido, asado, frito o al vapor.

El resultado es una mesa equilibrada, donde ningún alimento domina y todos se completan mutuamente.

Un ejemplo clásico es el goma dofu, un 'tofu' de sésamo que se sirve con una salsa ligera de soja y una pizca de wasabi fresco. En un solo cuenco se concentran la suavidad, el contraste entre lo dulce y lo salado, el brillo del color, la tibieza justa y la textura que invita a comer despacio. No hay exceso: cada elemento cumple su papel para mantener la calma del conjunto.

Goma dofu, un tofu de sésamo servido con salsa de soja y wasabi fresco: la serenidad hecha plato.
Goma dofu, un tofu de sésamo servido con salsa de soja y wasabi fresco: la serenidad hecha plato.

Otro plato representativo es un nimono, un guiso de verduras de temporada -como calabaza kabocha, zanahoria, raíz de loto o judías verdes- cocidas lentamente en un caldo de dashi vegetal con miso o salsa de soja. En él se equilibran los colores y las texturas: lo firme y lo tierno, lo dulce natural de la verdura con el punto salado del condimento. Nada sobra, todo tiene un sentido.

El objetivo no es sorprender, sino crear serenidad. La vista se calma con la disposición de los cuencos; el olfato se despierta con el aroma del sésamo tostado; el paladar percibe matices sin estridencias.

Incluso la temperatura y la textura de los alimentos se piensan para favorecer la quietud interior: nada muy frío ni muy caliente, nada que interrumpa el momento de comer con atención plena.

Cada plato es una invitación a detenerse, observar y agradecer. En el Shojin Ryori, la armonía no está solo en el gusto, sino en la forma de estar presente ante lo que se come.

Raíces de loto fritas, crujientes y ligeras, símbolo del equilibrio entre textura y sabor en el Shojin Ryori.
Raíces de loto fritas, crujientes y ligeras, símbolo del equilibrio entre textura y sabor en el Shojin Ryori.

De los templos al mundo moderno

El Shojin Ryori tiene sus raíces en los templos budistas, donde los monjes practicaban el desapego también a través de la comida. Antes incluso de la llegada del budismo zen, en Japón ya existía la idea de purificar cuerpo y mente evitando la carne. Con la influencia china del siglo XIII, esa práctica se convirtió en un ritual culinario con reglas y significado espiritual.

Por eso, en el Shojin Ryori no hay carne, pescado, ajo ni cebolla: cada plato debe prepararse sin causar daño a ningún ser vivo.

Los monjes también evitan lo que llaman los 'cinco vegetales de olor fuerte' (go-kon): ajo, cebolla, puerro, cebollino y asafoétida.

Según la tradición budista, estos alimentos pueden alterar la mente y las emociones, estimulando el deseo o la ira, y dificultar el estado de serenidad necesario para la meditación.

En su lugar, se utilizan condimentos suaves como el miso, el jengibre o el sésamo tostado, que aportan sabor sin romper la calma del plato.

La base son los productos de la tierra y de la temporada, considerados un regalo de la naturaleza. Tofu, miso, setas, raíces, algas y cereales se combinan para crear una cocina tan austera como nutritiva, donde la belleza surge de la simplicidad.

Hoy, quienes viajan al monte Kōya -uno de los centros del budismo zen- pueden dormir en un templo (shukubō) y probar un auténtico menú de Shojin Ryori: pequeñas bandejas de madera, cuencos redondos que simbolizan el universo y platos servidos con un orden casi meditativo. Cada bocado tiene una textura, una temperatura y un silencio propio.

Fuera de los templos, esta tradición ha inspirado a cocineros de todo el mundo que ven en ella una forma de entender la comida como acto consciente. En algunos restaurantes de Kioto o Tokio, el Shojin Ryori se reinterpreta con estética minimalista, técnicas modernas y un respeto absoluto por los ingredientes.

No es una cocina de exceso, sino de atención. Comerla es una forma de detener el tiempo y apreciar la calma en lo cotidiano.

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