Este pintxo de Bilbao se inventó por casualidad y hoy es un icono: las Felipadas
Sabor bilbaíno
De un sándwich improvisado en 1955 a convertirse en uno de los clásicos más queridos de la ciudad

Bilbao respira pintxos. Entre rabas, gildas y bilbainitos, hay uno que sorprende por su sencillez y por la historia que esconde: las Felipadas.
Nacidas casi por accidente en el Bar Alameda en 1955, estas pequeñas delicias de pan de molde con anchoas, mayonesa, lechuga y un toque de picante han sobrevivido al paso del tiempo y hoy forman parte de la identidad culinaria de la ciudad.
Un invento improvisado que hizo historia
La historia de las Felipadas comienza en 1955, en el Bar Alameda. Aquel día, Felipe Gallo, un vecino del barrio y cliente habitual, llegó con su cuadrilla y, entre charlas, pidió permiso al dueño para preparar unos pintxos a su manera. Cogió unas rebanadas de pan de molde, las untó con mayonesa, añadió lechuga fresca, unas buenas anchoas del Cantábrico y un toque de picante. Lo sirvió como un pequeño sándwich, sencillo pero sabroso.
El resultado sorprendió a todos. Al día siguiente, sus amigos regresaron y pidieron 'el pintxo de Felipe'. Así nació la Felipada, bautizada en honor a su creador, que pronto pasó de ser una ocurrencia improvisada a convertirse en el emblema de la barra.
Con el paso de los años, el pintxo se mantuvo fiel a su esencia, aunque introdujo pequeños cambios en la forma de servirlo: medio sándwich, más cómodo de comer, pero con la misma intensidad de sabores que enamoró a los bilbaínos desde el primer día.

¿Qué llevan exactamente las Felipadas?
El secreto de este pintxo no está en ingredientes exóticos ni en técnicas sofisticadas, sino en la combinación perfecta de sencillez y sabor:
- Pan de molde tierno, cortado en mitades para que sea un bocado fácil de disfrutar.
- Lechuga fresca y crujiente, que aporta un toque verde y ligero.
- Mayonesa casera, encargada de ligar el conjunto y darle cremosidad.
- Anchoas del Cantábrico, con su sabor intenso y ligeramente menos salado que otras conservas.
- Un condimento picante secreto, la chispa final que distingue a la Felipada y que sigue siendo el misterio mejor guardado de la casa.
En un solo bocado se mezclan frescura, untuosidad, salinidad y un golpe de carácter. Un equilibrio tan simple como magistral que ha conquistado a generaciones de bilbaínos.
Las Felipadas, de un bar a toda la ciudad
Aunque nacieron en el Bar Alameda en los años 50, las Felipadas pronto se convirtieron en un clásico de barra que hoy se puede encontrar en muchos locales de Bilbao. Su receta se ha mantenido prácticamente intacta durante décadas y se ha transmitido como parte del legado de la gastronomía bilbaína.
Pedir una Felipada no es solo disfrutar de un pintxo sencillo y sabroso: es participar de una tradición compartida que ha acompañado a cuadrillas, familias y visitantes durante generaciones.

La evolución del clásico
Aunque la receta original apenas ha cambiado desde los años 50, en el Alameda introdujeron algunos matices que hoy forman parte de su identidad. A finales de los setenta comenzaron a utilizar un pan más grueso, lo que llevó a cortar la rebanada por la mitad para que siguiera siendo un bocado cómodo. También se incorporó una mayonesa de sabor ligeramente dulce, que aporta un contraste especial con el salado de la anchoa y el toque del picante.
El resultado es un pintxo tan demandado que en un día normal pueden servirse hasta 300 Felipadas, prueba de que, pese a la aparición de propuestas cada vez más elaboradas, la sencillez sigue teniendo un lugar privilegiado en la barra.
Nuevas versiones para los más curiosos
Los más fieles siempre piden la receta clásica, pero cada año surgen variantes pensadas para ampliar la experiencia.
Así, en el propio Alameda han salido versiones sin picante para quienes buscan un sabor más suave, de bonito para los amantes del pescado y hasta de queso azul, con un carácter mucho más intenso. Todas ellas mantienen la esencia del pintxo original, demostrando que la Felipada también sabe reinventarse sin perder su raíz.
Un símbolo de la ciudad
El éxito de las Felipadas ha traspasado hace tiempo los muros del bar donde nacieron. Hoy forman parte de la oferta de muchas tabernas bilbaínas, que las incluyen en sus barras junto a gildas, tortillas o rabas, cada una con su pequeño toque personal.
Que se pidan en distintos locales es la mejor muestra de que este pintxo improvisado se ha ganado un sitio en el patrimonio gastronómico de Bilbao. Y lo ha hecho con los mismos ingredientes que enamoraron a aquella cuadrilla en 1955: anchos de calidad, mayonesa y ese toque picante tan característico.