Sazonar al gusto, la frase de los recetarios que todos hemos leído y casi nadie entiende igual

Sazonar al gusto es, probablemente, la instrucción más repetida en los recetarios y, a la vez, la que más dudas genera entre los cocineros del día a día. Porque más allá de la receta, ese paso depende de ti, de tu mano, de tu paladar y de lo que quieras destacar en el plato.
Cuando leemos ‘sazonar al gusto’, solemos pensar solo en sal y pimienta, y a menudo lo confundimos con ‘condimentar’, como si fueran sinónimos.
Sazonar significa realzar el sabor de un alimento con mezclas, hierbas o especias, mientras que condimentar alude al uso de un ingrediente concreto que aporta aroma o sabor, como el orégano en una pizza o la canela en un arroz con leche.

En este sentido, sazonar al gusto quiere decir ajustar el punto final de la preparación según tus preferencias personales. Hay quienes disfrutan de un guiso con un sabor fuerte de pimentón, mientras otros prefieren un sabor más neutro y ligero.
Esa libertad que da la cocina explica por qué en esta frase es tan común, no hay una medida exacta que valga para todos, sino una invitación a probar, rectificar y decidir cuánto añadir.
En este sentido, sazonar al gusto quiere decir ajustar el punto final de la preparación según tus preferencias personales. Hay quienes disfrutan de un guiso con un sabor fuerte de pimentón, mientras otros prefieren un sabor más neutro y ligero.

Esa libertad que da la cocina explica por qué en esta frase es tan común, no hay una medida exacta que valga para todos, sino una invitación a probar, rectificar y decidir cuánto añadir.
Cómo usar los sazones en la cocina
El mundo de los sazones es amplio. Hablamos de mezclas que combinan especias, hierbas, semillas y sales aromáticas. Algunas se remontan a siglos de tradición, otras son invenciones modernas que se adaptan a nuestra despensa.

Lo interesante es que cada cultura ha desarrollado sus propios básicos: el ras el hanout en Marruecos, el curry en la India, el garam masala en Pakistán, el adobo en España o el sazonador criollo en el Caribe. Todas cumplen la misma función: transformar un producto sencillo en algo con carácter.
Para usarlos bien conviene seguir algunos principios sencillos. Lo primero es pensar en el ingrediente principal. Una carne de sabor fuerte, como el cordero, aguanta mezclas robustas con comino, pimentón o clavo.
En cambio, un pescado blanco o unas verduras delicadas agradecen hierbas más suaves, como el tomillo, el eneldo o las hierbas provenzales.
El método de cocción también influye. Las mezclas secas, como un sazonador para barbacoa, son ideales para hornear o asar porque forman costras aromáticas.
En los sazones húmedos -adobos o pastas- se lucen en guisos, marinadas o estofados, ya que penetran en la carne o las verduras y les dan profundidad de sabor.

Otro punto importante es la cantidad. Con los sazonadores siempre es mejor empezar poco a poco: media cucharadita puede ser suficiente, sobre todo en mezclas con guindilla, pimienta o jengibre. El exceso puede arruinar un plato, mientras que la moderación permite rectificar.
Finalmente, está la conservación. Las especias pierden potencia con el tiempo. Un bote de curry abierto hace dos años ya no huele igual. Lo recomendable es guardar las mezclas en frascos herméticos, lejos de la luz y del calor, y renovarlas cada pocos meses.
Tipos de sazonadores y cómo usarlos
Dentro del universo de los sazones, podemos hablar de varias categorías. Los básicos de cocina diaria, como la sal, la pimienta o el ajo en polvo, sirven para cualquier preparación.
Luego están las mezclas tradicionales, pensadas para platos concretos: el baharat en Oriente Medio, el shichimi togarashi en Japón o el chimichurri en Argentina.

Existen también los sazonadores dulces, con canela, nuez moscada o clavo de olor, que funcionan en repostería pero también en carnes guisadas, aportando un contraste interesante. Y no faltan los sazonadores de hierbas frescas o secas, que iluminan sopas, ensaladas y pescados.
El secreto está en entender cómo un sazonador interactúa con el alimento. Unas costillas de cerdo asadas necesitan intensidad: ahí encaja un adobo con pimentón, orégano y ajo. Una ensalada de tomate y aguacate pide sutileza: basta con sal, aceite de oliva y un poco de albahaca. La cocina se mueve en ese juego de equilibrios.
Entonces, la próxima vez que cojas el recetario de la estantería, recuerda que la frase ‘sazonar al gusto’ también apela a la intuición, la memoria gustativa y tu sello personal.