Cómo congelar claras y yemas de huevo paso a paso
Trucos
Aprovecha las claras que te sobren para preparar recetas ligeras y ricas en proteínas, como tortillas o suflés

Hay recetas que piden más yemas que claras y otras al revés. Lo normal es que acabemos guardando lo que sobra en un bol en la nevera con la intención de aprovecharlo después… pero muchas veces se nos olvida y termina en la basura. Una pena, porque lo cierto es que tanto las claras como las yemas de huevo se pueden congelar sin problema y usarse más adelante en otra preparación.
En recetas como un merengue, una tarta Pavlova, una mousse de chocolate o algunos bizcochos se suelen usar más claras que yemas. Lo que sobra muchas veces termina en una tortilla improvisada, pero también se puede congelar para alargar su vida.

El resultado no será igual que el de un huevo fresco, pero permite reaprovecharlo en otras preparaciones sin desperdiciar nada.
Cómo congelar las claras de huevo
Las claras son las más agradecidas a la hora de congelar. Su textura soporta bien el frío y, una vez descongeladas, pueden volver a montarse en punto de nieve sin demasiada diferencia. La clave está en guardarlas bien protegidas.
Lo ideal es separarlas en porciones pequeñas, por ejemplo usando cubiteras. Así, cuando necesitemos claras para un merengue o un bizcocho, solo tendremos que descongelar las unidades necesarias.
Una vez congeladas en la cubitera, se pueden trasladar a una bolsa hermética para ahorrar espacio y protegerlas mejor de los olores de otros alimentos.

Puedes etiquetar la bolsa con la fecha y la cantidad de claras que contiene. Lo recomendable es usarlas en los dos o tres meses siguientes.
Para descongelar, saca las claras del congelador y déjalas en la nevera durante toda la noche.
Aunque tras la congelación pueden perder parte de su capacidad espumosa, alcanzarán su máximo volumen si las dejas reposar a temperatura ambiente durante 30 minutos.
En caso contrario, puedes usarlas directamente después de descongelarlas. Las claras de huevo descongeladas son perfectas para cocinar, pero evita emplearlas en cócteles.
Cómo congelar las yemas de huevo
Las yemas requieren algo más de cuidado. Al congelarlas tal cual, se vuelven gomosas y difíciles de usar después. Para evitarlo, hay un truco sencillo: añadir un poco de azúcar o de sal antes de congelarlas, según el destino que vayan a tener.
Si planeamos usarlas en repostería, lo adecuado es mezclarlas con azúcar. Si en cambio las reservamos para salsas o platos salados, será mejor añadirles un poco de sal.
Esta preparación evita que las proteínas que contienen las yemas se endurezcan demasiado y facilita su incorporación posterior a la receta.
Al igual que con las claras, pueden congelarse en cubiteras, aunque en este caso conviene cubrirlas con film transparente para reducir el contacto con el aire.

Otra alternativa es batir ligeramente las yemas antes de congelarlas, de modo que adquieran una textura más homogénea.
Para descongelar las yemas, déjalas en la nevera durante la noche. Una vez descongeladas, estarán listas para usarlas directamente en cualquier receta.
Cuándo y cómo usarlas después
Una vez descongeladas, las claras se pueden usar en merengues, macarons o bizcochos sin mayor problema.
Las yemas, en cambio, funcionan mejor en preparaciones donde se cocinen a fuego lento, como natillas, flanes o salsas.
En recetas que requieran yemas muy frescas para montar, como algunas masas delicadas, es preferible usar huevos nuevos.
Un detalle importante es que tanto las claras como las yemas absorben fácilmente olores del congelador.
Por eso es recomendable guardarlas siempre en recipientes bien cerrados o en bolsas con cierre hermético. Así evitamos que terminen oliendo a pescado congelado o a otros alimentos que convivan en el mismo espacio.
Este es un truco realmente práctico, porque nos permite seguir cocinando sin tirar a la basura ingredientes que aún pueden dar mucho de sí.
En fechas navideñas, donde sobran preparaciones de todo tipo, es útil contar con recetas para aprovechar las sobras de Navidad y darles una segunda vida en la cocina.
Igual que podemos transformar la carne de la cena en croquetas o preparar recetas para aprovechar las uvas de Nochevieja, como una compota, también podemos dar nueva vida a las claras y yemas que sobran.
La cocina es, al fin y al cabo, un espacio donde el ingenio ayuda a reducir el desperdicio y a encontrar placer en aprovechar lo que tenemos.